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Seat León 1.6 TDI 105 CV DSG Style: con los mejores ingredientes

Ninguno de sus dos antecesores estuvo tan cerca del Volkswagen Golf como este tercer León, un compacto que lo tiene todo para triunfar. 

La ‘dieta’ afecta a cada rincón del coche español, y eso es bueno de cara a las prestaciones, al consumo y al comportamiento dinámico.

Con toda la intención del mundo hemos elegido para este primer test del nuevo León la versión 1.6 TDI 105 DSG, ya que hace sólo un mes –ver Motor16 nº 1.520– probábamos el nuevo Golf y era ésa la combinación escogida de motor y transmisión. En otras palabras: que teníamos ganas de saber hasta qué punto el León 3 se ha acercado al Golf 7, toda vez que el coche alemán también acaba de experimentar un progreso evidente.

Y aunque iremos punto por punto, queremos adelantar una impresión: estamos ante dos productos perfectamente comparables, porque ambos se acercan mucho a la ‘excelencia’ perseguida y eso tiende a igualarlos. No es que haya cambiado el orden en el escalafón de los compactos del grupo –seguimos viendo al Audi A3 en la cúspide, por encima del Golf, y a éste ligeramente más arriba que el León–, pero las distancias se han recortado y ahora, más que nunca, no renunciaremos a tanto cuando decidamos comprar un Golf en lugar de un A3, o un León en vez de un Golf. O, incluso, un León como alternativa al A3. Puede que a los más marquistas les suene a sacrilegio tal posibilidad, pero ésa ha sido la percepción en nuestra redacción tras una semana de pruebas intensas.

Para empezar, el nuevo Léon recurre a la misma plataforma que los nuevos Golf y A3, denominada MQB y que aporta ventajas en cuanto a ligereza, rigidez, disposición de órganos mecánicos, adaptación a futuras tecnologías ecológicas... Una nueva arquitectura que se entiende mejor con ‘casos’ concretos. Por ejemplo, los motores van ubicados ahora con una inclinación de 12 grados hacia la zona posterior del vano, y eso permite adelantar 40 milímetros el tren delantero, de forma que se reparten mejor las masas entre ejes y se gana espacio para el habitáculo.

Y la nueva carrocería pone su ‘granito’ de arena, pues es un 15 por ciento más rígida que la anterior pese a ser 25 kilos más liviana. De hecho, hay versiones en la gama que rebajan su masa hasta 90 kilos frente a las versiones comparables del León precedente, y en el caso que nos ocupa –versión 1.6 TDI 105 con caja DSG– el ahorro es de 84 kilos. Trenes rodantes, piezas del motor, ruedas, suspensiones, dirección, frenos... La ‘dieta’ afecta a cada rincón del coche español, y eso es bueno de cara a las prestaciones, al consumo y al comportamiento dinámico.

No entraremos a valorar si el coches es más o menos atractivo que antes, pues eso va en gustos y para eso ya están las imágenes que ilustran estas páginas, pero se ha hecho un esfuerzo para que el León III se distinga del León II sin perder aire de familia. 

Y hay una cosa que nos gusta: con menos longitud disfrutamos de un coche más amplio. Ahora son sólo 4,26 metros de largo –el Opel Astra, por ejemplo, se va a 4,42–, pero el habitáculo es amplio, con una cotas prácticamente calcadas a las del nuevo VW Golf, del que también destacábamos hace unas semanas su espacio. Así, con un conductor de 1,75 al volante –el español medio– quedan 73 centímetros de hueco para las piernas en la segunda fila –71,5 en el Golf–, y tanto la altura al techo como la anchura son correctas delante y detrás. Puestos a pedir, querríamos un túnel central posterior menos voluminoso, porque el quinto ocupante no irá tan cómodo.

El maletero también merece buena calificación, pues hay 380 litros con las cinco plazas en uso y más de 1.200 si abatimos el respaldo trasero, operación que no genera un piso de carga plano. Nos gustaría, además, que el borde de acceso quedase más bajo, pues está a 75,5 centímetros cuando en el Golf queda a sólo 68,5. Y puestos a pedir, ¿qué tal que la rueda de repuesto de emergencia fuera de serie? Es una opción que sólo cuesta 49 euros, pero preferimos ese útil elemento al kit de reparación de pinchazos que viene de serie en toda la gama.

Ya que hablamos de utilidad, decir que el nuevo León cumple en el capítulo funcional. Primero, por la amplitud ya explicada, y segundo, porque el habitáculo ofrece muchos huecos donde colocar cosas: cajoncitos bajo las banquetas, guantera principal amplia y guanterita en el lado izquierdo del cuadro –queda junto a la tapa del airbag de rodilla–, bolsas en las cuatro puertas, revisteros en los respaldos, cofre central con tapa apoyabrazos corredera, portavasos...

No faltan detalles refinados, como las salidas de aireación traseras, y el cuadro de instrumentos presenta un aspecto más moderno que en la generación anterior, pues el display multifunción que va entre cuentavueltas y velocímetro es muy completo, y desde la pantalla táctil central podremos personalizar el funcionamiento del coche y acceder a información extra. No convence la ausencia de aguja en el termómetro de refrigerante y en el medidor de combustible, pues las lucecitas indicadoras crean confusión, pero es de las pocas críticas que se nos ocurren. Aunque aprovecharemos para comentar otras dos: los cinturones de seguridad delanteros carecen de ajuste en altura y en las versiones de cambio DSG no se ofrecen como opción las levas del volante –sí se hará, por 148 euros, en las versiones deportivas FR–.

Y es que si elegimos el mejorado motor 1.6 TDI 105 podremos escoger sólo entre el acabado Reference y el Style aquí probado. El primero, 1.600 euros más barato, ya nos parece realmente bien dotado, pero con el Style recibimos infinidad de elementos extra: autoblocante XDS, asistente de arranque en cuesta, climatizador bizona en lugar de aire acondicionado, faros antiniebla con función ‘cornering’, radio-CD con pantalla táctil, bluetooth, lector de CD, tarjeta SD y puerto para USB/Aux-in, reposabrazos delantero, elevalunas eléctricos traseros, llantas de aleación, asientos ajustables en altura o retrovisores calefactados.

¿Echamos algo de menos? Pues el encendido automático de luces, el sensor de lluvia y el retrovisor central fotosensible; aunque por 109 euros le podemos montar eso gracias al Convenience Pack, una de las muchas opciones a precios razonables que encontramos en el compacto de Seat. Y hay casi de todo, como alerta por cambio involuntario de carril, detector de fatiga, luces de carretera automáticas... Incluso faros LED integrales, toda una novedad en este segmento –nuestra unidad los llevaba y nos han convencido plenamente–.

En el apartado dinámico, el nuevo León también cautiva. La nueva dirección electromecánica, por ejemplo, es más rápida y ofrece un buen compromiso entre confort –filtra bien la carretera– y deportividad –transmite lo suficiente para saber siempre lo que ocurre entre las ruedas y el asfalto–.

La frenada también es consistente, aunque las distancias han sido ligeramente más largas que las del Golf, y la suspensión presume de un acertado equilibrio entre comodidad y eficacia, pues no hay mucho balanceo y la actitud general es noble y segura.

Además, para el nivel de prestaciones que tiene esta versión vemos más que suficiente el rendimiento del eje trasero torsional –los León más potentes llevan multibrazo–, y tendremos que practicar una conducción al límite –frenadas extremas en curva, por ejemplo– para empezar a percibir ciertas limitaciones. 

En cuanto al motor, los 105 caballos dan ahora más de sí que en el León anterior porque están disponibles en un margen de funcionamiento mayor y porque el coche pesa menos. Puede que a plena carga no tengamos tanta sensación de coche veloz, pero combinando este 1.6 TDI con las siete marchas del cambio DSG –2.000 euros de sobreprecio frente al manual, de cinco– se obtienen buenas cifras, mejores incluso que las del Golf, como los 10,8 segundos necesarios para acelerar de 0 a 100 km/h. Además, también el consumo durante nuestra prueba ha sido más bajo que el del Volkswagen, y los 5,7 l/100 km de media real registrados nos parecen la guinda que corona este suculento pastel.

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