La crisis financiera y económica que estalló en 2007 se está transformando ahora en una guerra monetaria a nivel mundial con importantes implicaciones a nivel geopolítico. En una primera fase, los principales bancos centrales del planeta, liderados por la todopoderosa Reserva Federal de EEUU (FED), aplicaron una bajada histórica de tipos hasta niveles próximos al 0%. Posteriormente, se lanzaron a poner en marcha programas extraordinarios para expandir el crédito mediante la compra masiva de todo tipo de activos (deuda pública, bonos hipotecarios y corporativos), el llamado quantitative easing.
Sin embargo, nada ha funcionado hasta el momento para impulsar la ansiada recuperación económica. Tras tres años de política monetaria inédita a nivel internacional desde hace décadas, la FED trabaja ahora de forma intensa para intentar envilecer el dólar frente al resto de divisas, y así tratar de impulsar las exportaciones de la economía estadounidense al tiempo que inyecta más dinero en los circuitos bancarios para generar inflación y monetizar deuda, con el fin de aminorar el peso de la deuda pública y privada (bancaria).
Alta ingeniería monetaria para salir del atolladero. La estrategia de la FED está logrando su primer objetivo: el dólar cae respecto al euro, la libra, el yen japonés y las divisas de los países emergentes, entre otras. Como resultado, las materias primas suben y el precio del oro bate récords -la onza marcó ayer 1.340 dólares en el mercado de Nueva York-. No obstante, el billete verde sigue ejerciendo un papel hegemónico en el mercado monetario como divisa de reserva internacional.
Sin embargo, la política del presidente de la FED, Ben Bernanke, ha desatado la guerra. Brasil lo advertía claramente la semana pasada: "Estamos en medio de una guerra monetaria internacional", en el que cada país, a través de su respectivo banco central, trata de debilitar su moneda para impulsar la competitividad exterior. El dólar ha bajado cerca de un 25% respecto al real brasileño desde principios de año. Brasil ya ha intervenido, al igual Perú, Colombia y Corea del Sur.
Hace ahora dos semanas, el banco central de Japón (BoJ) entró directamente en el mercado para devaluar el yen. Esta misma semana ha reducido el tipo oficial de interés hasta el 0% y ha aprobado un nuevo programa para comprar deuda pública y bonos corporativos por valor de 60.000 millones de dólares.
Desde entonces, son varias las potencias y países emergentes que se han ido sumando a esta pugna por depreciar sus divisas. Los bancos centrales de Reino Unido, Nueva Zelanda, Australia, Canadá y el propio Banco Central Europeo (BCE) están ahora estudiando con atención estos últimos movimientos, que amenazan con revalorizar sus monedas restando competitividad a sus economías. El franco suizo alcanza también máximos históricos contra el dólar, por lo que su banco central podría volver a intervenir.
Tal y como muestra el siguiente gráfico elaborado por el analista David Rosenberg, la guerra ya ha estallado y ahora tan sólo se intensifica. Los bancos centrales compiten entre sí desde 2007 para devaluar sus respectivas monedas.
Pero lo que hasta hace poco parecía realizarse de forma coordinada bajo la tutela de la FED, ahora se está desarrollando al grito de "sálvese quien pueda". No obstante, en la reunión del G20 de abril de 2009 en Londres, las principales potencias del planeta se comprometieron a "abstenerse de todo tipo de devaluación competitiva", mientras que en la pasada reunión de Toronto, celebrada en junio, insistieron en la necesidad de que los tipos de cambio estén orientados hacia el "mercado", es decir, que "reflejen los fundamentos económicos subyacentes" para "contribuir a la estabilidad de la economía mundial". Compromisos que son ya papel mojado.
Y es que, en la actualidad, no sólo está en juego el comercio exterior sino también las inversiones en activos nominados en dólares. China posee cerca de 847.000 millones de dólares en bonos del Tesoro de EEUU, y desde el pico alcanzado el pasado junio el valor del dólar ha bajado un 12,4%.
Pinchar en la imagen para ampliar
Así, el principal acreedor de EEUU ha perdido unos 100.000 millones de dólares en términos reales debido al envilecimiento del billete verde (pérdida de poder adquisitivo). El caso de Japón, el segundo gran acreedor estadounidense, es similar: algo menos de 100.000 millones en pérdidas, aproximadamente.
¿Hasta cuándo estará Pekín dispuesta a consentir esta erosión intencionada en sus inversiones? Por el momento, el Gobierno chino lleva meses diversificando su compra de deuda pública (comprando europea, por ejemplo) y activos (materias primas) al tiempo que reduce su exposición a los bonos del Tesoro de EEUU. De hecho, compró recientemente deuda nipona a fin de forzar una intervención del BoJ en contra del dólar.
Al mismo tiempo, Washington y Bruselas siguen solicitando a Pekín que permita revaluar su moneda, cuyo valor está ligado al dólar. Según los analistas de la Casa Blanca, el yuan está subvalorado un 25% respecto al dólar. Pero el Gobierno chino se niega en redondo a que su moneda fluctúe libremente, al menos, por el momento. Y es que, revaluar el yuan implicaría más pérdidas en sus activos nominados en dólares.
Es más. Recientes informaciones apuntan a negociaciones secretas entre China y Francia para establecer una "mayor coordinación en los tipos de cambio" o, lo que es lo mismo, buscar alternativas al dólar. La sustitución del billete verde como principal divisa de reserva internacional lleva discutiéndose de un modo creciente desde el inicio de la crisis y parece que volverá a ser abordado en la próxima reunión del G20 en noviembre. Rusia y las potencias emergentes de América Latina ven también con buenos ojos una moneda de referencia alternativa al dólar.
El problema es que esta guerra monetaria podría desencadenar efectos secundarios sobre el comercio mundial. En un contexto de tímida demanda y débil recuperación económica, las devaluaciones competitivas a nivel mundial podrían desencadenar una guerra comercial mediante barreras proteccionistas.
Y es que no todas las potencias podrán aumentar simultáneamente sus balanzas exteriores. Ganar competitividad mediante el envilecimiento de la moneda, dañando de paso al vecino, amenaza con aumentar los aranceles y las barreras comerciales a fin de frenar el impacto sobre sus economías internas.
Gran Depresión
La actual situación recuerda, pues, mucho a la guerra, primero monetaria y después comercial, que tuvo lugar durante la Gran Depresión de los años 30. La devaluación competitiva no benefició a nadie entonces, ya que todas las monedas se devaluaron unas contra otras. Sin embargo, sí causó importantes y negativos efectos, tales como crecientes tensiones políticas, mayor incertidumbre en el mercado sobre el tipo de cambio y, finalmente, proteccionismo comercial.