Jaime Mayor Oreja, presidente del PP en el Parlamento Europeo:
Señoras y Señores;
Constituye una profunda alegría, un honor, participar en la presentación de este libro escrito por Jorge Mendiola sobre las vivencias de Regina Otaola.
Les anticipo que no soy, no puedo ni debo ser, objetivo. Ni mucho menos neutral a la hora de hablar de Regina Otaola.
Me identifico tanto con Regina, con sus palabras, con sus acciones, con sus sentimientos, con su manera de aproximarse a la vida y a la política, con sus valoraciones, que reconozco que soy y me siento como ella.
Esto no es un elogio a Regina, sino más bien constituye algo que habla bien de mí, es casi un autoelogio. La única diferencia es que soy peor. Sobre todo, menos generoso y menos valeroso. Pero, por lo demás, mi coincidencia en su manera de querer al País Vasco y de querer a España es total.
Yo había pasado muchas veces cerca de Lizarza cuando era joven. Y cuando me enteré de que Regina era su alcaldesa y de que muchos días de la semana tenía que aproximarse a aquel lugar, por aquellas sinuosas curvas que yo tan bien conocía, reconocí mi cobardía y al mismo tiempo mi admiración por el valor que demostraba Regina.
Si ustedes leen el libro verán que no exagero cuando les digo que Regina es inmoderadamente vasca, es inmoderadamente española, es inmoderadamente sensata y profunda. Sin aspavientos. Y es, sobre todo, inmoderadamente honesta.
Dentro de su ecuanimidad siempre hay una cierta falta de moderación, porque hay un punto de pasión, de bondad expansiva, de fortaleza inquebrantable, de conciencia vivida como obligación moral. Y por todo ello, incluso en el mundo en el que vivimos, hay también un punto de ingenuidad, entendida como pureza, absolutamente admirable.
Salvadas estas diferencias, salvada la distancia que impone el hecho de que ella siempre va por delante, les aseguro que mi identificación con Regina es total.
Ella llegó a la política por la profunda admiración que sentía hacia Gregorio Ordóñez. Yo, como Regina, nunca hubiese llegado a la política fuera del País Vasco.
Como ella, pertenezco a una generación que vivió con pasión la Transición y por ello nuestra primera referencia fue el partido democrático de la Transición por antonomasia, la UCD. Y creía igual que ella que la Constitución y la Autonomía del año 1.978 abrían un proceso que iba a permitirnos alcanzar un punto de encuentro común y compartido entre vascos nacionalistas y vascos no nacionalistas.
De la misma manera que ella, tenía pánico, horror, espanto a hablar en público, y probablemente nadie que nos conociera podía pensar que nos dedicaríamos a hacer de la palabra nuestra principal herramienta.
Y como Regina -eibarresa ella y donostiarra yo-, soy de la "Real Sociedad", mal que le pese a Carlos Iturgaiz.
En fin, Regina y yo, pese a los malos momentos que hemos pasado, somos felices. Aunque -o porque- somos disidentes de lo que hoy se entiende por lo políticamente correcto.
Señoras y Señores;
Cuando ustedes lean el libro de Regina Otaola, cuando se detengan en algunas situaciones dramáticas y trágicas de víctimas y de verdugos, se darán cuenta de que la crisis permanente que vivimos en el País Vasco no es ni estrictamente política ni siquiera meramente nacional.
Es una crisis esencialmente moral, profundamente moral, que alteró las conciencias de miles de personas, especialmente de jóvenes vascos de nuestra generación.
La crisis no estaba sólo en la política ni en la Nación. No estaba sólo en las autoritarias instituciones del régimen anterior. Estaba en la persona, y llegó a alterar los códigos morales más profundos que albergan nuestras conciencias individuales.
Tantas guerras, tantas derrotas, estaban provocando ese cambio de conciencias individuales. De esta manera se podía matar, se justificaba el asesinato, se odiaba a quien no pensaba como uno mismo.
No se diferenciaba el bien del mal. Se sustituyó la religión por un retorcido y segregador mesianismo al servicio de una supuesta nueva nación, de un supuesto nuevo pueblo elegido.
Se destruyeron todas o casi todas las referencias que antes eran permanentes y que debían hacer posible la convivencia.
El relato del libro es la descripción de una enfermedad moral, de una epidemia moral de la que todavía no nos hemos recuperado. Más bien al contrario, esa epidemia se encuentra hoy más extendida que nunca.
La lectura del libro nos ilumina la actualidad diaria y cotidiana de lo que estamos viviendo. Y lo que estamos viviendo es, con seguridad, el momento de mayor desconcierto y confusión desde que la democracia llegara a España.
Hay muchas razones para este desconcierto. Pero una muy relevante, que se refleja muy bien en el libro, es que el mal llamado proceso de paz, el suicidio inducido de la democracia española mediante la búsqueda de un país irreconocible, modificó la visión de muchos. Se ha pretendido y se sigue pretendiendo una segunda transición sólo para destruir la primera.
Este perverso proceso, por muchas razones, no cambió la naturaleza de ETA, ni la genética del nacionalismo, ni tampoco cambió la realidad del movimiento permanente, continuo y obligado del nacionalismo.
Pero nos cambió a nosotros, a muchos españoles que buscan la comodidad antes que la verdad. Y fue un gran espejo, no sé si convexo o cóncavo, como los de las ferias, que distorsionan y cambian la visión. En este caso, la visión
sobre el fenómeno nacionalista.
A partir de un momento determinado, algunos de los líderes de ETA fueron presentados como "hombres de paz" y como demócratas ejemplares.
Las asociaciones de víctimas fueron convertidas en obstáculos para la paz, y por tanto había que combatirlas y dividirlas.
Los constitucionalistas y los defensores de España eran vistos como unos intransigentes, y el único Gobierno de España que, comprendiendo el significado y la extensión de ETA en la política y en la sociedad, había impulsado su ilegalización, era ahora el responsable de la crispación.
A partir de un momento determinado no se entendía nada. Mejor dicho, se empezaba a vivir el desconcierto que no suele tener límite y que hacía ver el mundo al revés.
No se entendía nada porque no interesaba reconocer que ETA había dado un salto inédito e histórico hacia Cataluña cuando confirmó que la ruptura de España, que es su auténtico proyecto, su objetivo o su obsesión, no se podía llevar a cabo sólo desde el País vasco.
No se entendió el profundo significado de las treguas de ETA ni mucho menos el de la tregua que ETA concedió a Cataluña, tras los acuerdos de Perpiñán y de común acuerdo con Esquerra Republicana de Cataluña. Que, por cierto, ha sido la única tregua de su historia que ETA nunca ha revocado ni alterado.
Cuando se escucha que ETA está derrotada, o que el mal llamado proceso de paz no ha existido nunca, o que el Presidente Mas ha tenido un calentón, una enajenación que le ha hecho decir cosas que en realidad no piensa, se constata una vez más la fuerza expansiva de la mentira. O si se quiere, de la deformación del espejo, cóncavo o convexo pero de circo, al que antes me refería.
Lo que está sucediendo hoy, singularmente en Cataluña, es todo menos circunstancial y episódico.
Ha llegado, está llegando lo que tenía que suceder, lo que estaba en el objetivo y en la naturaleza del movimiento nacionalista. Una naturaleza que ni la Constitución democrática ni el poder que le otorgaban los Estatutos de Autonomía han podido cambiar.
No nos engañemos más, no nos hagamos trampas en el solitario: todo lo que hoy empezamos a sufrir forma parte de un proceso y de un proyecto que sigue su camino.
La crisis económica, la difícil situación en España, ha sido el detonante de un problema de fondo. Es simplemente ridículo y grotesco el intento de algunos de responsabilizar a otros de esta deriva, repitiendo literalmente lo mismo que algunos hicieron durante la Segunda República Española.
Se olvidan, se quieren olvidar de los pasos inexorables del movimiento nacionalista en España durante nuestra democracia. Pasos que conviene recordar:
• A finales de los 70 se trataba de alcanzar el poder a través de los Estatutos de Autonomía.
• Una década después, finales de los 80, el objetivo era aprobar el Derecho de Autodeterminación tanto en el Parlamento Catalán (en Diciembre de 1989) como en el Parlamento Vasco (en Febrero de 1990).
• A finales de los 90 y principios de los 2000, llegaron los acuerdos de ETA con los partidos nacionalistas más tradicionales. Esta década de treguas, este proceso hacia la independencia, lo impulsó ETA tras el asesinato a cámara lenta de Miguel Ángel Blanco, que tan intensamente vivió Regina Otaola. Lo impulsó a través del acuerdo con el PNV, escenificado parcialmente en Estella, y posteriormente, en ese salto inédito de su historia a Cataluña, en Perpiñán con el acuerdo de ERC.
• Finalmente, el mal llamado proceso de paz, es decir, la suicida presencia y participación del gobierno de España en la negociación con ETA imitando a los partidos nacionalistas vascos y catalanes, culminaría con la legalización y legitimación de ETA a través de BILDU y SORTU. Si se suma el estallido de la crisis económica, nos encontramos en la cuarta fase de este proceso que acabo de describir.
En definitiva, todo menos algo circunstancial. No es un exceso verbal transitorio ni un atolondramiento pasajero, ni tampoco la súbita confirmación de un desengaño con España como si ésta fuera incapaz de entender su personalidad.
Señoras y Señores;
De esta manera llegaron las elecciones vascas y se precipitaron deliberadamente las catalanas, para asentar y confirmar esta cuarta fase del proceso que vivimos. Sus resultados fueron confirmatorios de la viabilidad del
proceso para el conjunto del movimiento nacionalista y eso sí, sirvieron para concretar y determinar el modo, el lugar, los protagonistas y la forma de llevar adelante esta cuarta fase, más próxima que nunca del objetivo de ruptura.
¿Qué hubiera sucedido si ETA-BILDU en las elecciones vascas del pasado octubre hubiera obtenido un voto más o un escaño más que el PNV?
Y una segunda pregunta: ¿Qué hubiera sucedido si la suma del PSOE y de BILDU hubiese alcanzado los 38 escaños que hubiese dado la mayoría en la Cámara vasca?
En el primer caso, esto es, la victoria de ETA-BILDU sobre el PNV, la vanguardia de la ruptura estaría hoy en el País Vasco y no en Cataluña.
En el segundo caso, esto es, si la suma del PSOE y BILDU hubiese alcanzado la mayoría que fijan esos 38 escaños, el PNV no gobernaría, y una secuela del proceso de paz estaría gobernando el País Vasco.
No ha sido así, el sueño de ETA de ganar al PNV en las elecciones de octubre no se hizo realidad, y por eso la vanguardia de la ruptura se encuentra de momento en Cataluña.
El nacionalismo vasco como tal está a la expectativa. Y ETA está hoy especialmente alerta y vigilante de la marcha del proceso que ella puso en marcha en Perpiñán con ERC, hoy de nuevo convertida en pieza clave del Gobierno de Cataluña.
En definitiva, tenemos que saber trabajar sobre el escenario más desfavorable, no sobre el más favorable, que siempre es el más cómodo. Siempre se acierta trabajando en el escenario más desfavorable, cuando se está convencido que un proyecto de ruptura, esto es ETA, está más presente que nunca. Repito, hablar del final de ETA en un momento de máxima fortaleza y expresión del
proyecto del movimiento nacionalista en Cataluña y a la expectativa en el País Vasco, es no comprender lo que tenemos delante de nosotros.
Por todo ello, como hay que trabajar en el escenario más desfavorable, no basta con estar quieto.
Estamos viviendo ya una confrontación y un combate de ideas. Todos los días, todos los minutos, el movimiento nacionalista está fortaleciendo un soporte ideológico, un argumentario para su proyecto. No pierden ocasión alguna
y nos equivocamos si pensamos que van a dar marcha atrás. Incluso la percepción de la corrupción que desenvuelve les estimulará a seguir adelante.
Tenemos que saber aceptar el desafío, la confrontación ideológica y política que tenemos delante de nosotros. No basta con que nos tranquilicemos enunciando las medidas jurídicas, los instrumentos que tenemos para el día en que se atrevan a solemnizar la ruptura. Hay que entrar de lleno en el debate de ideas y tenemos que saber participar en él una mayoría de españoles que debemos alejarnos de la pasividad en este reto.
El proyecto que defiende el movimiento nacionalista es la expresión de un proyecto sin razón, a nosotros nos corresponde explicar la multitud de razones de orden moral, político, económico y social que son nuestros aliados.
Esto lo sabe muy bien Regina, como se pone de manifiesto inequívocamente en su libro.
Señoras y Señores;
Una de las realidades más impresionante del libro, al menos para mí, ha sido la lectura de la penúltima página, sin contar el epílogo, la página 304 exactamente. Regina, tras haber hecho un relato de auténticas heroicidades, tragedias, vivencias escalofriantes que ella misma había protagonizado, señala lo siguiente:
"La verdad es que la cruda realidad se hizo patente en la cola del paro. Me preguntaba cómo había llegado hasta allí."
Pero, para no dejar esta pregunta sin respuesta, ella misma lo explicaba a través, esta vez, de una auténtica lección en el contenido y en la manera de exponerlo:
"Había antepuesto mis principios y lealtad a cualquier componenda. Había sido congruente conmigo misma y eso es mucho más valioso que cualquier otra cosa en el mundo.
Había aprendido a confiar en mí y a defender aquello en lo que creía y por eso no me sumí en la depresión. Me decía a mí misma que algo bueno me esperaba en el futuro. No me quedé de brazos cruzados, sino que empecé a estudiar de nuevo, a prepararme. La vida continúa y tú con ella, me decía."
No se puede resumir mejor el carácter y la personalidad de Regina Otaola que con estas palabras suyas.
Regina no sólo es un referente de pasado que hizo frente a una organización terrorista. Estoy seguro de que necesitaremos muchas Reginas, y ella la primera como referente del futuro, para poner en marcha un proyecto político y social capaz de oponerse y hacer frente al que el movimiento nacionalista ya está haciendo realidad.
Muchas gracias.
