El papa Francisco creó cardenal al arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, y una importante delegación española acudió a la ceremonia. No se trataba propiamente de una comitiva. Por un lado, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que se reunió con el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, y el delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo. Por otro, el presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, del que no consta reunión de ningún tipo. Casi ni hay rastro gráfico de su presencia en Roma.
Mucho más espabilada estuvo la titular de Gobernación, Meritxell Borràs, única consejera investigada por la organización del hipotético referéndum del 1 de octubre. Borràs no se despegó de Enric Vendrell, director general de "Asuntos Religiosos" de la Generalidad, lo que le sirvió para salir en la fotografía con el Papa y la delegación eclesial que acompañó al ya nuevo cardenal Omella.
Además de la consejera, el director general, el Papa y el arzobispo cardenal, en la imagen, difundida por el arzobispado, aparecen el cardenal Sistach y los tres obispos auxiliares de Barcelona, Sebastià Taltavull, Sergi Gordo y Antoni Vadell.
El nacionalismo recibió con extrema frialdad a Juan José Omella cuando fue nombrado arzobispo condal. No estaba en las quinielas y la Generalidad pretendía que el sustituto de Sistach fuera catalán y catalanista. Sin embargo, la perspectiva separatista sobre Omella cambió a raíz del documento publicado el pasado mayo por los obispos de las diócesis catalanas a favor del referéndum. De ahí que de plantar al arzobispo en su misa de presentación se haya pasado al agasajo y a cultivar su cercanía.