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Rivera vuelve al centro

El debate confirma su giro, en el que recupera su crítica al bipartidismo de 2015, aunque sin perder la impronta liberal del Congreso de 2017.

Entrevista a Begoña Villacís

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El debate confirma su giro, en el que recupera su crítica al bipartidismo de 2015, aunque sin perder la impronta liberal del Congreso de 2017.
Albert Rivera, tras el debate electoral de este lunes. | EFE

"Si eres liberal, vota liberal; si eres de centro, vota centro". La síntesis, pronunciada por Albert Rivera en su minuto de oro del debate del pasado lunes, ejemplifica el giro discursivo del líder de Ciudadanos en su cuarta campaña (cuarta en cuatro años, cosas del bloqueo político en el que vive instalada España) como candidato a la presidencia del Gobierno.

Un giro que bien puede entenderse como un regreso a 2015, cuando, por este orden, Ciudadanos irrumpió por sorpresa en las elecciones andaluzas, convirtiéndose en la llave para una legislatura más del PSOE en la Junta de Andalucía; se convirtió igualmente en decisivo en otros gobiernos autonómicos que mantuvo el PP, singularmente el de la Comunidad de Madrid; logró la gesta de liderar el constitucionalismo en las autonómicas catalanas, tras el relevo protagonizado por Inés Arrimadas y, last but not least, entró en el Congreso de los Diputados como cuarta fuerza política y cuarenta escaños, superado esa vez por Podemos en la batalla de lo que entonces se definía como "nueva política".

Al igual que entonces, la crítica al bipartidismo centró buena parte de las intervenciones de Rivera en el debate con Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias y Santiago Abascal. Hasta el punto de que habló del imaginario ICB, "Impuesto de la Corrupción del Bipartidsmo" que llegó a cifrar en 48.000 euros anuales de costo para los españoles y de que, con el atrezzo marca de la casa, exhibió dos grandes rollos de papel con las "cesiones" hechas por PSOE y PP a los nacionalistas en los últimos cuarenta años. Igualmente, equiparó a Vox con Podemos al señalar a ambas formaciones como "proteccionistas" y enemigas del comercio, que no dudó en definir como "la civilización".

Todo ello en una enmienda, al menos parcial, al rumbo trazado a partir de 2017 en el Congreso de Ciudadanos en Coslada, cuando la etiqueta socialdemócrata fue eliminada del ideario del partido, pese a la oposición de un dirigente tan carismático como el hoy eurodiputado Jordi Cañas. "Los liberales de Cádiz hemos vuelto" dijo entonces Rivera, en un cónclave al que asistió como invitado un tal Pablo Casado, a la sazón vicesecretario de comunicación del PP.

Un rumbo al sorpasso que no llegó a puerto

A partir de entonces, la erosión de la imagen del Gobierno de Mariano Rajoy, respaldado parlamentariamente por Ciudadanos, fruto del desafío secesionista que, como evidenció el referéndum ilegal del 1 de octubre en Cataluña y el discurso del Rey Felipe tres días después, no supo detener, hizo a Rivera, con su verificado olfato político, desplegar velas hacia un sorpasso a los populares que rozó en las generales del pasado abril. Entonces, a ambos partidos les separaron apenas 200.000 votos, ganando la partida los naranja en cinco comunidades autónomas, algunas tan relevantes como la de Madrid.

Pero para entonces las circunstancias ya habían cambiado sensiblemente con respecto al dulce momento de final de 2017 y principios de 2018, cuando Ciudadanos ganó las elecciones catalanas, siendo el primer partido no nacionalista que lo hacía en la historia, y cuando el consenso demoscópico le situaba en la primera posición de cara a las próximas generales.

Primero por la moción de censura de Sánchez contra Rajoy, presentada por el PSOE una vez que el propio Rivera, en una apresurada rueda de prensa tras la sentencia de la Audiencia Nacional (fallo hoy puesto en solfa, que condenaba al PP como responsable "a título lucrativo" de sus tramas de corrupción) diera por "liquidada" la legislatura. "Usted no ha digerido la moción de censura" le ha llegado a espetar Sánchez en el Parlamento. Y en segundo lugar por la irrupción, a finales de ese 2018, de Vox, que tras una labor en el frente judicial contra el golpe secesionista se convirtió en una fuerza central del escenario en las elecciones andaluzas.

Historia de un veto

Todo ello llevó a Rivera a vetar expresamente al PSOE y a mantener su compromiso tras las elecciones, aun cuando la suma con los socialistas daba unos 180 holgados diputados, como no se cansaron de señalar los críticos de Ciudadanos, muchos de los cuáles protagonizaron sonoras dimisiones, particularmente en el caso del ex portavoz económico, Toni Roldán.

Ahora, y con unas encuestas a la baja, Rivera vuelve a abrirse a pactar con los socialistas, aunque descartando de momento gobernar con ellos, si bien ese compromiso no ha pasado, como sí ocurrió con el veto el pasado febrero, por el refrendo de la Ejecutiva Nacional de Ciudadanos. Sin perjuicio de que ese centrismo le permita seguir apostando por el PP como "socio preferente", el mismo con el que gobierna en cuatro comunidades autónomas y en la capital de España e incluso a admitir por primera vez con naturalidad sus coincidencias con Vox, fundamentalmente la "defensa de la unidad de España" como le dijo a Abascal en el debate.

El centro vuelve a cotizar alto en la bolsa de valores de los dirigentes de Ciudadanos, el próximo domingo se verá si también en la de los españoles.

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