
La falta de acuerdo para la reforma de la ley del solo sí es sí, las diferentes posturas de PSOE y Podemos respecto a la guerra de Ucrania, los ministros socialistas cargando contra las propuestas de los morados para la cesta de la compra, las dimisiones en la cúpula ferroviaria tras el escándalo de los trenes que no caben por los túneles… el Gobierno de Pedro Sánchez vive envuelto en la polémica.
Y mientras esta semana ha estado marcada por todos estos escándalos, en la derecha se han enzarzado en sus líos internos "dejando escapar vivo" a Pedro Sánchez, según admiten fuentes críticas de PP y Vox, que hablan del Gobierno como una "máquina propagandística imparable" que "es capaz de salir airoso de cualquier conflicto".
La oposición ha facilitado al Ejecutivo munición para emplearla en su contra. Por un lado la semana horribilis de Alberto Núñez Feijóo a cuenta de las filtraciones por el primer aniversario de la salida de Pablo Casado, y por otro Vox con la moción de censura que parecía no terminar de coger forma.
La eterna moción de censura
El partido de Abascal ha tardado 21 días en confirmar quién encabezaría su propuesta. A pesar de que el propio Ramón Tamames había asegurado que sopesaba aceptar una oferta del partido para liderarla, la formación en ningún momento lo ha aclarado oficialmente hasta haber alcanzado a un acuerdo que se conoció el pasado miércoles, después de que el entorno del economista lo deslizara un día antes.
En este tiempo, el interés informativo sobre el partido ha girado en torno a este asunto, en lugar de en su labor de oposición al Gobierno. Enredados en el debate sobre si presentarían o no la iniciativa, o si Tamames sería o no el candidato, sus propuestas han pasado más desapercibidas. Algo que ha aprovechado el Gobierno para desviar la atención de las polémicas que le acechan.
El protagonismo adquirido por el profesor con la moción de censura parece estar desdibujando el papel de Vox, pese a ser los que la registren el próximo lunes 27 de febrero. Santiago Abascal no compareció ante los medios para defender la propuesta, que fue anunciada vía Twitter y a través de una nota de prensa, a la que acompañaban varias fotografías. Ayer en un acto en Zaragoza sacó pecho al asegurar que del PP depende la fuerza que tenga para desarmar al Gobierno.
La presión del compromiso público
El líder de Vox dio el paso de anunciar la moción el pasado mes de diciembre, después de meses presionando a Alberto Núñez Feijóo para que "asumiera su responsabilidad" y la presentara, sin éxito. Animado por la dureza de los calificativos que empleó el PP contra el Gobierno en pleno asalto de Pedro Sánchez a la Justicia, y por la petición de Cs, el partido de Abascal se lanzaba a anunciar que la presentarían con un "candidato independiente", para intentar atraer a otros diputados.
La falta de interés del PP alejó a Cs de la propuesta, lo que dejó a Vox solo con el compromiso público de registrarla en cuanto encontraran un candidato, cuyo cometido sería, en caso de ganarla, disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas. A pesar de las dudas que pueda suscitar la moción de censura entre las propias filas de Vox, la promesa hecha les obligaba a presentarla para no defraudar a sus propios electores, justo a las puertas de las elecciones autonómicas y municipales.
"Podrán reprocharnos que nos hemos equivocado pero nadie podrá decirnos que hemos estado de brazos cruzados" dijo hace dos semanas Abascal, durante un mitin en Murcia, en lo que parecía ser una disculpa por posibles errores, precisamente cuando se debatía la utilidad de una propuesta que puede acabar resucitando al Gobierno.
El propio Pedro Sánchez dejó entrever su interés por celebrar un debate de este tipo para tapar sus escándalos cuando, hace dos semanas, eludió responder a todas las preguntas de la oposición durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso, desviando toda la atención hacia Ramón Tamames como el posible candidato. El Ejecutivo ha alardeado en público y en privado de la "oportunidad" que supone debatir la moción de censura, llegando a asegurar desde Moncloa que "les viene bien", como publicó Libertad Digital.
Los wasaps que persiguen a Feijóo
Por su parte, la actualidad en el Partido Popular ha estado marcada por los wasaps que se publicaron a principios de semana en los que cargos actuales de la cúpula de la formación, como Cuca Gamarra o Javier Maroto, aplaudían hace un año la entrevista que Pablo Casado protagonizó en Cope contra Isabel Díaz Ayuso.
Los mensajes laudatorios a Casado de los actuales portavoces en el Congreso y en el Senado del PP fueron utilizados por el presidente del Gobierno este martes en la Cámara Alta para atacar a Feijóo durante la sesión de control.
"Pablo, siempre ganas cuando, además de con la razón, hablas con el corazón. Hoy lo has hecho. Enhorabuena", fueron las palabras el pasado febrero del 2022 de Maroto para Casado. "Alberto, siempre ganas cuando, además de con la razón, hablas con el corazón", ironizó el pasado martes el presidente del Gobierno cambiando el nombre del anterior líder del PP por el actual. "Cuando se levante, mire a ver si siente algo en la espalda", bromeó entre risas Sánchez. Unas palabras que enturbiaron toda la intervención anterior.
Los socialistas también han aprovechado para desviar el foco de sus problemas la comida que el pasado miércoles celebraron en el centro de Madrid el líder del PP y el anterior presidente de la formación, Pablo Casado. Un almuerzo que se produjo justo un año después de la crisis que asoló a la formación popular hace un año y que no ha sentado bien en la sede del Gobierno madrileño de Isabel Díaz Ayuso que, en privado, afean el momento elegido para este rencuentro.
Los enredos de la oposición han permitido que el Gobierno coja aire por unos días después de semanas acorralado por los escándalos y la crisis interna provocada por sus leyes ideológicas. De las dudas sobre la continuidad de algunos ministros para salvar la imagen de Pedro Sánchez, se ha pasado a hablar de la situación en la derecha, brindando al presidente la oportunidad de presentarse, de nuevo, como un superviviente al que se ha dado por muerto políticamente demasiado pronto.


