La presentación de una moción de censura del PSOE en el Ayuntamiento de Pamplona, para darle la alcaldía a Bildu, como parte del "pacto encapuchado", como lo define el PP, de Sánchez con los herederos de ETA ha traído a la palestra la intervención del presidente del Gobierno en la sesión de investidura, el pasado 16 de noviembre. Es decir: no hace ni un mes, exactamente 27 días.
Pedro Sánchez, en su réplica a Antonio Catalán durante la sesión de investidura, en un tono chulesco tirando a despreciativo, le dijo: "En todo caso, en su lista de agravios, se le ha olvidado incorporar un pequeño matiz. ¿Quién gobierna el Ayuntamiento de Pamplona? ¿Con qué votos gobierna UPN el Ayuntamiento de Pamplona? ¿Por qué lo niega?".
La actual alcaldesa de Pamplona, Cristina Ibarrola, logró la alcaldía en junio al encabezar la lista más votada en las elecciones del 28 de mayo. Su puesto, sin embargo, pendía de un hilo, pues podía ser derribada por PSN en cualquier momento, como la moción acordada hoy ha venido a demostrar.
Por ello, la intervención de Pedro Sánchez en su investidura podría considerarse, además de una chulería, casi una amenaza que no convenía materializar hasta haber alcanzado la presidencia del Gobierno. Además, pone en evidencia de que existía un plan previo a las elecciones generales con Bildu, que no se había hecho realidad hasta ahora para poder jugar esa baza contra la oposición, como hizo en la sesión de investidura.
Bajo este prisma resulta aún más bochornosa esa intervención de Sánchez sacando pecho por algo —que UPN tenía la alcaldía de Pamplona porque los socialistas querían— que sabía que iba a incumplir en apenas unos días. ¿Una mentira más de Sánchez? ¿Se conocerá alguna vez lo que ha pactado Sánchez con los herederos de ETA? ¿Cuántos pagos pendientes tiene Sánchez con Bildu a cambio de sus votos en la investidura?