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Dignidad y Justicia entrega sus medallas 2024 por la lucha contra el terrorismo y la defensa de sus víctimas

Federico Jiménez Losantos ha entregado la medalla de plata al Guardia Civil retirado tras un atentado terrorista Jesús Cirilo Pérez.

La asociación Dignidad y Justicia que preside Daniel Portero ha entregado este miércoles las condecoraciones por la lucha contra el terrorismo y por la defensa de sus víctimas. El emotivo acto se ha celebrado en el Salón de Actos de la Escuela de Guerra del Ejército y ha congregado a numerosos mandos de la Policía y de la Guardia Civil, militares, víctimas del terrorismo, responsables políticos o periodistas.

Las medallas de oro han sido concedidas a título póstumo a la fiscal Carmen Tagle, asesinada por la banda terrorista ETA, y al juez Manuel García Castellón, recién jubilado en la Audiencia Nacional. Durante su intervención, García Castellón ha asegurado que no puede olvidar "los más de 300 atentados terroristas de ETA que a día de hoy no han sido resueltos". "Sabemos cuál ha sido el trato que por parte de las instituciones públicas han recibido otras víctimas, no de un desastre climatológico sino de una organización como ETA y otros grupos terroristas, como Carmen Tagle y tantísimas a las que asesinaron no casualmente de manera aleatoria sino que las buscaron por lo que cada una de ellas representaba y defendía", añadía.

Las medallas de plata de Dignidad y Justicia por su labor contra el terrorismo han sido otorgadas, entre otros, al Guardia Civil retirado tras un atentado terrorista Jesús Cirilo Pérez. La condecoración a este agente, muy querido en Libertad Digital y Esradio, ha sido impuesta por el director de Es la Mañana de Esradio Federico Jiménez Losantos.

Este reconocimiento también ha sido concedido al cabo primero de la Jefatura de Información de la Guardia Civil Antonio Gómez Perales, al policía nacional del Grupo Especial de Operaciones (GEO) José Ignacio de Anta, o al capitán de la Comandancia de la Guardia Civil de Granada Francisco Rodríguez Palma.

También al jefe de Brigada de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional Rafael Pérez Garnacho, al comisario principal retirado del mismo Cuerpo José María Borja, al director del Centro de Sistemas de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (CESTIC) del Ministerio de Defensa, el teniente general José María Millán, y al mítico periodista de investigación y maestro de periodistas Manuel Cerdán.

Durante su intervención, Daniel Portero ha destacado que la labor de García Castellón en las causas de ETA por el asesinato del concejal del PP en Ermua (Vizcaya) Miguel Ángel Blanco en 1997 y el atentado en Santa Pola (Alicante) en 2002 han servido para relanzar los procedimientos de los crímenes pendientes de resolver por no conocerse autor material al actuar contra los jefes de la banda. También ha destacado que su padre Luis Portero y la citada Carmen Tagle han sido los dos únicos miembros de la Carrera Fiscal que ETA asesinó en su sanguinaria y macabra historia.

Por su parte, el vicepresidente de Dignidad y Justicia, Víctor Valentín, ha denunciado durante el acto que "la serpiente de ETA está en las instituciones y quieren reinventar la historia".

La impresionante historia del ex guardia Civil Jesús Cirilo

Madrid, 9 de Septiembre de 1985. Jesús Cirilo Pérez Rodríguez, Guardia Civil destinado en la 111º Comandancia de la Guardia Civil (Madrid Interior), 7ª compañía, dedicada a la protección de embajadas. Esta es su impresionante historia:

Como todas las mañanas, llegábamos a la comandancia de Madrid Interior, Calle Guzmán el Bueno, sobre las 06:30h para cambiarnos de ropa y ponernos el uniforme, recoger el armamento asignado que teníamos en la taquilla y, una vez uniformados, ponernos en formación para recoger las papeletas del servicio que ese día teníamos que proteger en las correspondientes embajadas de Madrid. repartidas dichas papeletas, se rompían filas y bajábamos al garaje donde estaban los vehículos que nos llevarían a nuestros destinos, aquel día subimos al microbús 16 guardia civiles, dispuestos a realizar un servicio mas y si podía ser sin complicaciones.

El vehículo hacia la ruta dejándonos en nuestros puestos, entre los guardias que íbamos aquel día se encontraba mi hermano, José Luis Pérez, que se había sentado en la fila derecha de la mitad del autobús, yo iba en la fila izquierda paralelo a el con el pasillo entre los dos, durante el trayecto íbamos hablando contándonos cosas, pues el vivía en Alcala de Henares, y yo en Aluche, el resto de compañeros hablaban unos con otros, como era costumbre, hasta llegar a la parada del servicio asignado. Mi compañero José Sánchez y yo íbamos al Consulado de Francia, en el Paseo de la Castellana. Normalmente nos dejaban bajo el puente de Raimundo Fernández Villaverde esquina con el Paseo de la Castellana, para no dar un rodeo innecesario. Esa debía haber sido la primera parada del trayecto, pero aquel día el autobús en lugar de girar hacia el lateral, subió por el puente que atraviesa la Castellana y llega a la Plaza de la República de Argentina. En ese momento le dije a mi hermano: «Hoy nos toca hacer el recorrido largo», pues nos dejarían después de haber efectuado todos los relevos, con los compañeros salientes, (que habian estado toda la noche de servicio)

Entrando en la plaza de la República Argentina, esquina con la Calle Carbonero y Sol, el semáforo estaba en rojo, pero Antonio —el conductor— se lo saltó. En ese momento se oyó una fuerte explosión que arrasó con la parte delantera y lateral derecha del microbús, llenando todo el habitáculo de cristales incandescentes y metralla. Yo por instinto grité: «¡Atentado!», y cogí a mi hermano por la nuca para echarle hacia delante y así protegerle de las esquirlas de chapa y cristal. El vehículo se detuvo bruscamente al impactar contra un árbol. Todos los que allí estábamos, intentamos bajar despavoridos del microbús en llamas. En ese momento, le pasé mi arma —Z45 ametralladora— a mi hermano, y este disparó al bajar del vehículo para replicar el ataque. Yo salté por la ventana, la cual ya no tenía cristales por la explosión. Al incorporarme tras caer al suelo y ver la escena —vi a mis compañeros corriendo sin rumbo desorientados y confundidos por los efectos del estallido, otros agachados en el suelo protegiéndose—, tuve la intención de salir corriendo, pero escuché gritos procedentes del microbús. Aún quedaba gente dentro y no podía dejarles allí.

Conseguí abrir la puerta delantera tirando desde fuera mientras Jacinto Delgado daba patadas desde el interior para poder salir y sacar a Luis Corchado Gibello que estaba gravemente herido, ya que iba sentado en la primera fila de asientos cuando ocurrió la explosión. Después de ayudar a Jacinto y Gibello, subí de nuevo para ayudar al conductor, quien estaba conmocionado por las heridas y el fuerte golpe recibido, lo deje en el suelo protegidos de las llamas que desprendía el microbús, volví a subir para comprobar que no quedaba nadie dentro, baje y corrí hacia la plaza para pedir ayuda y mandar vehículos para evacuar a todos los heridos. En ese momento vi un cuerpo en el suelo, me acerqué corriendo para ver qué ocurría. Era un hombre adulto, tendido bocarriba en el suelo, tenía los ojos abiertos y daba grandes bocanadas de aire. Tenía una perforación en el cuello, le salía mucha sangre. Taponé la herida con mi pañuelo a la vez que gritaba «¡Socorro!». Comencé a dar ánimos al herido, diciéndole que no se preocupase, que todo iría bien, que su herida no era tan grave, y que le llevaríamos al hospital para curarle. Apareció un coche de la Policía Nacional y los agentes bajaron para socorrer al hombre herido. Al ver la gravedad de la herida me pidieron que no dejase de presionarla hasta que llegaremos al hospital, así que me fui con ellos en el coche patrulla con el herido entre mis brazos conteniendo la hemorragia y evitando que se moviera por la velocidad que llevábamos, hablandole y dandole animo hasta llegar al hospital

Al llegar al Hospital de la Cruz Roja, en Paseo de Reina Victoria, y los médicos hacerse cargo del herido, les pedí a mis compañeros de la Policía Nacional que me llevasen de vuelta al lugar del atentado. Ellos me repetían que me quedase en el hospital para tratar mis heridas, pero yo insistí en volver porque no sabía si mi hermano seguía allí.

Cuando regresé, la plaza estaba llena de gente, coches de Policía, Guardia Civil y ambulancias. Pregunté por mis compañeros y por mi hermano, a lo que me respondieron que todos habían sido enviados a diferentes hospitales de la zona. Cuando se percataron de mi aspecto ensangrentado, me preguntaron si yo también iba en el microbús, respondí que sí, pero mi única preocupación era dónde estaba mi hermano y cómo estarían el resto de mis compañeros. Me llevaron de nuevo al Hospital de la Cruz Roja para curar mis heridas. Al llegar pregunté por el hombre al que había acompañado un rato antes. Me dijeron que estaba en quirófano, se encontraba grave. Era un estadounidense de 40 años, Eugene Kent Brown. Desgraciadamente falleció a los pocos días. Dios lo tenga en su gloria.

Cada día doy gracias a Dios por haber salido vivo de aquel atentado, por mi hermano y mis compañeros, también pido por Eugene, porque para él aquella mañana era una más haciendo deporte.

Por este suceso, cada 9 de septiembre, voy al lugar del atentado a las 7:20 para rezar por todos a los que aquel día nos cambió la vida y volvimos a nacer: Antonio Medina Gordillo, Antonio Malfeito Ichausti, Alfonso Sánchez Rodríguez, Ángel Larios Rivero, Enrique González Martín, Jacinto Delgado Córdoba, Juan Antonio Corredor, José Carlos Sánchez Martín, José Luis Pérez Rodríguez, Jesús Cirilo Pérez Rodríguez, Luis Corchado Gibello, Marcos Rey Patón, Miguel Ángel Chapado Manzanas, Manuel Varela Reyes, Pedro Giménez González y Raimundo Plata Pampanas.

Gracias a mi familia por haberme apoyado y aguantado mis cambios y a las personas que me han ayudado, a mi abogada y personal de la Guardia Civil, y gracias por el reconocimiento de la Embajada de Estados Unidos por la labor que hice auxiliando a su compatriota.

En la actualidad estoy retirado de la Guardia Civil, por atentado terrorista, tengo 59 años, hago una vida normal, sin olvidarme del pasado, ayudando en todo lo posible a los demás y viviendo el presente.

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