De ellos, la mitad logró sobrevivir y contar su testimonio, una valiosa memoria que perdura hoy, más allá de la muerte de los últimos supervivientes. Sin embargo, Auschwitz no fue el único campo donde miles de españoles padecieron el horror nazi. En Mauthausen, Austria, más de 7.000 españoles fueron prisioneros. De esos, casi 5.000 murieron en ese campo o en los campos satélites cercanos, como Gusen, otro escenario de sufrimiento.
Los prisioneros españoles, identificados por un triángulo azul y una "S" en su pecho, eran considerados apátridas por los nazis, lo que reflejaba la compleja situación política de la España franquista de la época. Hoy, en Mauthausen, las lápidas que conmemoran a los caídos españoles son un recordatorio imborrable del sacrificio y la lucha por la supervivencia de aquellos que no pudieron evitar convertirse en víctimas del régimen nazi.
La memoria de los españoles que padecieron en estos campos sigue viva en los relatos de los sobrevivientes y en el homenaje de sus familiares, que luchan por mantener presente una historia que no debe ser olvidada.