
España vivió este lunes su primer ensayo general de futuro energético: un monumental apagón que paralizó ciudades, colapsó infraestructuras y dejó a miles de ciudadanos tirados, literalmente, a oscuras. Fue hacia las 12:30h cuando la red eléctrica nacional sufrió una caída tan repentina como estrepitosa, desencadenando un caos especialmente agudo en grandes capitales como Madrid y Barcelona.
Transcurridas casi 24 horas, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), con su Ministra y vicepresidenta Sara Aagesen, no ha ofrecido aún explicaciones oficiales ni ha comparecido públicamente, limitándose a difundir mensajes dispersos en redes sociales.
Parálisis del transporte y desbordamiento de estaciones
El corte provocó la paralización de servicios ferroviarios, colapsó las telecomunicaciones y dejó a miles de personas atrapadas en estaciones o dentro de trenes inmovilizados, hospitales con generadores a máxima potencia, ciudadanos atrapados sin red, sin transporte y sin respuestas.
A casi 24 horas del incidente, las causas oficiales del apagón aún no han sido confirmadas. Sin embargo, los primeros análisis apuntan a un problema estructural del sistema eléctrico: la falta de inercia.
En el momento de la caída, las energías renovables representaban cerca del 70 % de la generación eléctrica, principalmente solar y eólica, lo que redujo significativamente la inercia del sistema y su capacidad para hacer frente a una perturbación.

Inercia eléctrica: un concepto técnico con consecuencias reales
Para comprender el alcance del apagón, es necesario explicar qué es la inercia eléctrica, un parámetro esencial para la estabilidad de la red.
La inercia es la capacidad de la red para absorber y amortiguar oscilaciones bruscas en su frecuencia del sistema. Actúa como un "colchón" que evita que un pequeño fallo se convierta en un gran colapso.
Esta función la cumplen tradicionalmente las grandes centrales térmicas y nucleares. Sus turbinas rotativas giran acopladas directamente a la frecuencia de la red, aportando una reserva de energía cinética inmediata ante cualquier alteración.
Las fuentes renovables, aunque limpias, no proporcionan esa inercia. Los aerogeneradores y las placas solares están conectados a través de inversores electrónicos y no giran a la frecuencia de la red.
A medida que se incrementa el peso de las renovables y se reduce la generación convencional, el sistema pierde capacidad para estabilizarse. Sin esa reserva de inercia, cualquier perturbación puede desencadenar una reacción en cadena de desconexiones que tumbe toda la red.
En términos sencillos, es como si retiráramos los amortiguadores de un coche: cualquier bache pequeño puede hacer perder el control.
Un sistema tensionado tras un hito simbólico
El incidente se produce tan solo una semana después de que Red Eléctrica anunciara que, por primera vez en un día laborable, el 100% de la demanda eléctrica fue cubierta por energías renovables.
🔵Confirmado: hoy, 16 de abril, las renovables están generando lo suficiente como para cubrir la demanda del sistema eléctrico peninsular.
➡️ La transición ecológica avanza. #España, referente. pic.twitter.com/wjcBViBB2g
— Red Eléctrica (@RedElectricaREE) April 16, 2025
Se trató de un logro simbólico, celebrado ampliamente en medios y redes sociales, como muestra del éxito de la transición energética. Sin embargo, lo sucedido este lunes pone de relieve los riesgos técnicos de avanzar hacia un modelo basado exclusivamente en generación renovable sin contar con mecanismos de respaldo suficientes.
No se trata de demonizar las renovables, pero sí de cuestionar una planificación energética que ha decidido cerrar centrales nucleares sin asegurar una red robusta, desmontar térmicas sin soluciones de respaldo más allá de la fe climática. La transición energética no puede construirse sobre dogmas, ni sobre el deseo de figurar en la foto verde del día.
A falta de datos oficiales completos, todo apunta a que el sistema no pudo soportar una perturbación —todavía no sabemos si por fallo de una línea, error de gestión o exceso de carga renovable sin respaldo—, y sin masa rotatoria que estabilice, la frecuencia cayó por debajo del umbral crítico. Resultado: apagón masivo, pérdidas económicas multimillonarias y una población convertida en espectadora de su propia vulnerabilidad energética.
Falta de respuesta institucional
Más allá del problema técnico, lo ocurrido evidencia también una preocupante falta de comunicación institucional. Durante las primeras horas del apagón, la única información disponible procedía de actualizaciones puntuales de Red Eléctrica en la red social X (antes Twitter).
La Ministra y vicepresidenta Sara Aagesen, responsable del Miteco, del sistema energético, no emitió ninguna declaración oficial, ni ofreció comparecencias públicas para informar a la ciudadanía. A fecha de cierre de este artículo, la última nota publicada en la web del Miteco sigue siendo del pasado 23 de abril, y está relacionada con la campaña de prevención de incendios forestales.
Miles de ciudadanos afectados pasaron horas sin acceso a información fiable, debido a la caída de las redes móviles, la interrupción de internet y la falta de protocolos claros de comunicación ante emergencias de esta magnitud. Solo a través de radios y transistores fue posible seguir algunas actualizaciones, lo que recuerda la necesidad de contar con protocolos de comunicación de crisis robustos y accesibles para toda la población.
Cuando la ideología se impone a la ingeniería
Este apagón no ha sido solo eléctrico. Ha sido un apagón político, un apagón informativo y un apagón de responsabilidad institucional. Ha puesto en evidencia que una transición energética guiada más por la urgencia ideológica que por la ciencia técnica puede terminar generando más problemas que soluciones.
Y mientras seguimos sin explicaciones, quizás alguien en Moncloa esté preparando el próximo relato: que la culpa fue del cambio climático, del negacionismo fósil o de una conjura internacional contra los paneles solares. Porque en la España de la Transición (la energética, no la democrática), todo puede fallar menos el relato.