Me refiero a la depresión que a uno le entra cuando tiene que viajar, digamos, a Madrid, y se encuentra con la perspectiva de pasar casi cinco horas en un tren que deambula por el mismo trazado de vía desde el Siglo XIX, o ir al aeropuerto de Alicante a coger un avión, porque los vuelos desde San Javier son tan escasos que el billete de ida y vuelta te puede salir más caro que si haces el trayecto en taxi.
Murcia necesita un aeropuerto internacional sencillamente porque es vital para su desarrollo turístico. De hecho, si España, perdón Expaña, perdón Zetapaña (Javier Orrico dixit) fuera gestionada con criterios de rentabilidad económica y social, hace muchos lustros que contaríamos con un aeropuerto decente. Pero la política, amigos, es como es, y Murcia, no nos engañemos, pinta menos en el las sedes centrales de los dos grandes partidos políticos que Moratinos en una cumbre euro-americana (si es que ello fuera posible).
A lo largo de las últimas décadas hubo algún intento de conseguir un aeropuerto para la región. En tiempos de Collado (¡qué tiempos! para los que los vivimos desde dentro. Recuérdenme que les cuente anécdotas de la época, como cuando la policía detenía a ujieres con balanzas de precisión en la oficina, o cuando los camellos rondaban la salida del trabajo para darle una paliza al cuñado politoxicómano de un altísimo cargo...), en tiempos de Collado, prosigo, hubo algún consejero que, en plan heroico, reivindicó la necesidad del aeropuerto. El entonces ministro del ramo, Abel Caballero, le dijo a los murcianos que se fueran olvidando de semejante disparate y que se acostumbraran a usar el de San Javier... mientras pudieran.
No crean que Alvarez Cascos o Aznar fueron mucho más receptivos a una realidad elemental como la necesidad de un aeropuerto en Murcia. Tanto es así que si ahora lo están construyendo es por la cabezonería de Valcárcel (espoleado por su eterno Consejero de Turismo, el gran Ruíz Abellán, el político que más ha luchado por esa infraestructura, con diferencia) y por la eficacísima labor del actual consejero de obras públicas, José Ballesta, que ha impulsado y allanado todos los trámites previos para que, por fin, los murcianos podamos en un par de años viajar en igualdad de condiciones que los habitantes de cualquier país medianamente civilizado.
La solución, como siempre ocurre aquí, ha surgido de los propios murcianos. Ni un puto euro del gobierno central para esta infraestructura. Consorcio de empresas (encabezado por Sacyr) y obra contratada por la Comunidad Autónoma con una concesión para explotar los servicios durante cuarenta años. O sea, nosotros solicos, como siempre.
Junto al lamento por la escasa solidaridad nacional para con esta tierra, nuestro orgullo de hacer las cosas por nosotros mismos. Como siempre. Con dos...