
La sesión constitutiva de las Cortes ha dejado una inesperada imagen que contrasta con la unidad exhibida por la izquierda a la hora de elegir la presidencia del Congreso: la de PP y Vox completamente divididos, votando a sus respectivos candidatos, y dejando patente, una vez más, que no son capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera en el arranque de la XV Legislatura, que se prevé muy convulsa y en la que será necesaria más que nunca la colaboración de la derecha.
Mientras Pedro Sánchez conseguía superar con creces la primera prueba antes de la investidura, al reunir 178 apoyos para elegir presidenta de las Cortes a Francina Armengol, la popular Cuca Gamarra apenas sumaba 139 votos, los de PP, UPN y CC. Por su parte, Vox, optaba por apoyar en solitario a Ignacio Gil Lázaro que reunía 33 papeletas.
El acuerdo entre ambas formaciones parecía hecho después de que ayer Alberto Núñez Feijóo anunciara que tenía atados 171-172 apoyos, a falta del voto final de los canarios. El pacto pasaba por facilitar un puesto en la Mesa del Congreso a Vox a cambio de lograr su apoyo para la presidencia de las Cortes. La esperanza del PP era que Junts, el partido del prófugo Carles Puigdemont, llevara hasta las últimas consecuencias su amenaza y se abstuviera para tener una oportunidad de hacerse con la tercera institución del Estado.
A falta de apenas una hora para que arrancara la sesión, los separatistas catalanes anunciaban un acuerdo con el PSOE para el órgano rector de la Cámara, lo que alejaba toda posibilidad de que Gamarra pudiera salir elegida. Se producía entonces una llamada del PP a Vox, según confirman fuentes parlamentarias, para anunciar que no habría cesión y los de Santiago Abascal se quedaban sin puesto en la Mesa del Congreso.
Ante la negativa de los populares a facilitar su entrada, Vox daba orden a sus diputados de votar a su propio candidato, en este caso Ignacio Gil Lázaro. La ruptura del bloque dejaba una imagen de difícil digestión al otorgar a Sánchez una aplastante victoria frente a la derecha, superando por dos votos la mayoría absoluta necesaria para hacerse con el control de la Mesa, sin que hiciera falta siquiera ir a una segunda votación en la que ya sólo se habría elegido al candidato con más número de votos.
Fuentes del PP explican que, una vez constatado que no podían hacerse con la presidencia del Congreso, la cesión a Vox de uno de los cuatro puestos que les correspondía en la Mesa del Congreso, del total de nueve, habría sido "gratuita" y sólo habría escenificado la unión de PP y Vox. Fuentes de Vox aseguran que, cuando el PP decidió romper el acuerdo, los de Abascal no podían apoyar "gratis" a Gamarra cuando los populares eran los principales interesados en evitar la derrota y no estaban dispuestos a ceder siquiera un puesto para conseguirlo.
Pedro Sánchez puede vender ahora con mayor facilidad que es el único candidato capaz de armar una mayoría suficiente para formar gobierno, pese a las amenazas de los separatistas de elevar el precio para una futura investidura. La victoria servirá, sobre todo, de cara a la ronda de consultas con el Rey Felipe VI, al que el presidente en funciones ya nombraba ayer al pedir a Alberto Núñez Feijóo que no le presionara para designarle candidato. En respuesta, también el del PP aseguraba que el monarca "cumplirá la ley" después de anunciar que intentará ser investido presidente.
Aunque esta negociación no es un reflejo exacto de lo que pueda ocurrir en la investidura, sí era la primera prueba para comprobar el estado de los bloques que protagonizarán la legislatura. La sesión constata, por tanto, que la izquierda está más unida que nunca y está dispuesta a pagar cualquier precio para seguir gobernando, mientras la derecha se enreda en repartos de puestos institucionales y no es capaz de armar una mayoría suficiente ni siquiera en la primera prueba de fuego previa a la elección de la presidencia del gobierno.

