Vox concurre a las elecciones gallegas con la esperanza de poder romper la maldición que les persigue en Galicia, única comunidad que todavía se les resiste. El partido no ha obtenido todavía ningún representante en una región donde la hegemonía del PP les impide hacerse un hueco. Para lograrlo, Santiago Abascal ha centrado toda la campaña en atacar duramente a los de Alfonso Rueda, a los que aspira a pegar un importante mordisco.
En la recta final, la formación ha pasado de las palabras a los hechos llegando a presentar una denuncia ante la Junta Electoral contra la Xunta por conceder ayudas a los pescadores, así como haber anunciado una subida de sueldo para personal sanitario. Es el colofón a una campaña en la que Abascal ha equiparado al PP con el PSOE o el BNG, y ha acusado a Feijóo de cometer una "estafa electoral".
El escepticismo y la preocupación inicial que marcó el inicio de la contienda para Vox, con encuestas otorgándole apenas un 0’9% de votos y un candidato completamente desconocido como Álvaro Díaz-Mella, han dado paso, poco a poco, a la esperanza de poder mejorar el 2% de que obtuvieron en las últimas autonómicas, aunque admiten que será difícil llegar al 5% necesario para tener representante.
La Coruña y Pontevedra son las provincias en las que tienen depositadas más confianza. En caso de lograr la hazaña, el partido podrá sacar pecho de un resultado que le permitirá cerrar heridas después de un año muy convulso en el que han perdido 19 escaños a nivel nacional y han vivido una importante crisis interna, acompañada de un incesante goteo de salidas.
En el partido creen que el riesgo de ser señalados como posibles responsables de que el PP pueda perder la absoluta en Galicia, se disipó cuando en el ecuador de la campaña Feijóo decidió hablar de indultos condicionados a Puigdemont. Un resbalón que ha dado alas al partido de Abascal para presentarse como "la única alternativa" y "el verdadero voto útil" que influirá para que los populares cambien sus políticas en Galicia.
A pesar del crecimiento experimentado por el BNG, que está en disposición de gobernar la Xunta, Vox ha optado por atacar frontalmente al PP en lugar de advertir contra la izquierda y el independentismo, siguiendo una estrategia que podría marcar futuras campañas electorales, a pesar de no haber obtenido rédito en ocasiones anteriores, como ocurrió en las últimas andaluzas o en las generales, donde la lucha entre PP y Vox frustró sus planes.