
Hace un año, Vox protagonizó un golpe de efecto en los gobiernos autonómicos para recuperar la confianza de su electorado. Formar parte de los gobiernos en Castilla y León, Murcia, Valencia, Aragón y Extremadura dificultaba cumplir sus exigencias. Por eso, Santiago Abascal decidió romper con el PP y pasar a la oposición. Sin responsabilidades de gobierno, Vox evitaba frustrar o incumplir su programa electoral, optando por generar ruido y marcar perfil propio.
La decisión, motivada por el reparto de menores inmigrantes y anunciada por Santiago Abascal en una declaración institucional de apenas tres minutos, llegó tras unas elecciones europeas en las que Alvise Pérez obtuvo tres eurodiputados, generando tensión en Vox al percibir amenazado su espacio político.
Esta ruptura desencadenó numerosas dimisiones entre dirigentes autonómicos y fundadores de Vox, que denunciaron la ausencia de democracia interna al no haberse consultado ni acordado previamente. También generó un marcado distanciamiento entre Abascal y Feijóo, quienes, según se ha dado a conocer recientemente, mantuvieron un encuentro para abordar "el contexto político", representando un posible punto de inflexión tras un prolongado periodo sin contactos públicos entre ambos.
Un año después, Vox mantiene sus exigencias para una posible coalición con el PP, a la espera de que Pedro Sánchez, cercado por la corrupción, convoque elecciones generales. Plantean como condiciones para apoyar o integrar un gobierno PP-Vox la reversión de las políticas migratorias, la oposición al Pacto Verde y la solución a la vivienda.
Abascal aprovecha cada intervención pública para transmitir a la opinión pública española que el Partido Popular y el Partido Socialista son iguales, comparten corrupción y se protegen mutuamente, especialmente en el marco de la coalición que mantienen en Bruselas. Critica con dureza la contradicción entre las acusaciones cruzadas de "prostíbulos" o "destrucción de pruebas" y su posterior complicidad política.
En este sentido, Vox intenta sembrar descontento tanto en el electorado popular como en el socialista, retomando, al igual que Podemos, la idea de que el principal responsable de los problemas en España es "el turnismo del bipartidismo". De hecho, Abascal insiste en que PP y PSOE acabarán formando una gran coalición tras las próximas elecciones.

