
"Cerró los ojos y por los tapices húmedos de sus párpados circularon recuerdos": así comienza la redacción estudiantil, cuento o relato –el lector es libre de escoger– que ha publicado Gabriel Rufián este viernes en El País, un diario en el que no hace tanto firmaban Andrés Trapiello o Fernando Savater, y en el que ahora estampa su rúbrica el portavoz de ERC en el Congreso.
Sucede que El País publicará, a lo largo de agosto, una serie de historias, "Amores de Verano", y cada día habrá una firma invitada. Cómo no resistirse a inaugurar la cosa con el presunto enfant terrible de la política madrileña, con el niño bonito al que agasajan columnistas hunos –y columnistas hotros–. Quien dice dos Españas dice Gabriel Rufián.
La redaccioncilla está protagonizada por una pareja heterosexual sistémica que ronda por varios escenarios: un río, un prado, un monte y una casa. El ramalazo González Pons aparece tras una especie de parte meteorológico, en el que Rufián, en plan Roberto Brasero, nos habla, con todo lujo de detalles, de una "tormenta azul, relámpagos, viento", o de "un trueno (que) suena como la tos de un Dios". Por cierto, sorprende ese "Dios", con mayúscula inicial... que debería ir en minúscula: Dios, nombre propio, con mayúscula; dios, en general, sin especificar, con minúscula. Acto seguido, clava la escena de folleteo, en la que no se resiste a incluir "embestidas de calor les percuten por dentro".
Al poco, Rufián ubica a la pareja en cuestión en un pueblo que tiene su "Iglesia blanca y un castillo roto". Incurre el autor, de nuevo, en el error de la mayúscula inicial. De primeras, uno piensa que se debe a una estricta educación católica, pero luego estampa un "cristos" con minúscula y una "iglesia" con minúscula, así que, simplemente, estamos ante errores de estilo. Por si acaso alguien piensa que tuvo un pasado como monaguillo del padre Ángel, el de ERC mete una pulla de ateo quinceañero: "Ella le pregunta que si ha leído la Biblia. Él le dice que no porque es mentira. Todos los libros lo son, contesta ella".
Finalmente, en una casa que necesita una buena limpieza, Rufián remata su faenilla: "Ella no quiere ser el rato que sobra. Él no sabe querer de otra forma". Seguro que se inspiró en alguien del PP. "El orgullo", añade, "es un hueso invisible que mantiene la mirada erguida y el corazón helado". El nacionalismo catalán ya tiene a su Megan Maxwell.
