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Daniel Rodríguez Herrera analiza la actualidad de Estados Unidos y en especial la campaña electoral de Donald Trump y Kamala Harris.

Kamala Harris pasa de la alegría al miedo mientras Trump se va al McDonalds

Daniel Rodríguez Herrera analiza la actualidad de Estados Unidos y en especial la campaña electoral de Donald Trump y Kamala Harris.

No sabemos quién ganará las elecciones de este 5 de noviembre, pero sí sabemos una cosa: la campaña de Kamala Harris cree que será Trump. De ahí que empezaran a pasearla por los medios, algo que habían evitado cuidadosamente hasta hace un par de semanas, hasta que a alguien se le ocurrió la idea de que, por primera vez en su vida, no en esta campaña sino en general, hiciera una entrevista en un medio hostil: nada más y nada menos que Fox News.

Kamala Harris llegó tarde y se fue pronto, y procuró no contestar a ni una sola de las preguntas que le hacía un respetuoso pero cada vez más exasperado Brett Baier. A cada pregunta y repregunta que hacía posiblemente la figura más respetada y seguida de Fox News fuera de la derecha, Harris contestaba refiriéndose a Donald Trump, y procurando enfatizar especialmente que es una amenaza a la democracia y que destruirá Estados Unidos tal y como lo conocemos.

Por poner un ejemplo: cuando le preguntó si durante los tres años y medios que trabajó con Biden, reuniéndose con él al menos una vez a la semana, nunca tuvo preocupación alguna sobre el estado mental del presidente, respondió que los norteamericanos "están preocupados por Donald Trump". Fue tan insistente y descarado que nos ha permitido a todos darnos cuenta del cambio que ha dado la campaña de Harris desde que empezó a hacer entrevistas en la televisión. De basarse en sensaciones abstractas como la "alegría" huyendo en la medida de lo posible de lo concreto: su programa y su responsabilidad durante el mandato de Biden, Harris ha pasado a posicionarse simplemente como alguien que no es Donald Trump, explotando la razonable repulsión que siente una mayoría de los ciudadanos norteamericanos hacia el republicano.

El problema de esta estrategia es que pone en la mente de los norteamericanos no sólo a Trump como persona, sino también como presidente. Esta no es la campaña de 2016: el magnate gobernó cuatro años y, en su mayoría, según reflejan las encuestas, los votantes aseguran que estaban mejor cuando gobernaba Trump que durante los años de Biden… y Harris. Así que no está claro que sea una apuesta ganadora.

Mientras tanto, Donald Trump ha seguido a lo suyo haciendo una parada en Pensilvania para freír patatas en un McDonalds. La intención: que los medios pusieran el foco en la afirmación de Kamala Harris de que en el verano de 1983 trabajó en la empresa más americana posible, un detalle biográfico que parece construido para hacerla más cercana a las experiencias del votante medio, pero sobre el que no hay más prueba que su palabra. El problema es que nunca lo había mencionado hasta su fallida campaña presidencial de 2020, ni siquiera en su autobiografía, ni existe tampoco existe registro alguno en ningún sitio, ni testigos que lo corroboren.

Al final, si eres republicano, los periodistas investigan hasta la marca de calcetines que usas por si están hechos en Bangladesh y eres cómplice de explotación infantil, pero si eres demócrata toman tu palabra como si proviniera directamente del Altísimo. Y así, sin necesidad de irnos a Estados Unidos, hemos visto que el enfoque que están dando periódicos como El Mundo o El País es que Trump acusa "sin pruebas" a Kamala de no haber trabajado jamás en un McDonalds, pero sin ofrecer, porque no existen, pruebas de que sí lo haya hecho.

En todo caso, Trump diciendo que tras quince minutos friendo patatas ya había trabajado más en un McDonalds que Harris ha sido uno de los grandes momentos cómicos de la campaña. Por cosas como ésta sus seguidores son tan fanáticos y será tan difícil que el Partido Republicano logre retener a muchos de ellos cuando deje la política, de una u otra manera.

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