Asomado a su ventana espacial, Jesús Calleja vivió una experiencia única e inolvidable. En plena microgravedad, y tras soltarse los cinturones, el aventurero no pudo evitar reprimir su emoción al observar la impresionante vista desde 105 km sobre el nivel del mar. Junto a los otros cinco tripulantes, disfrutó de tres minutos de pura diversión mientras la cápsula ascendía. En ese torbellino de sensaciones, el grupo grababa, reía, hacía volteretas y no podía evitar soltar algunas lágrimas de emoción. Un breve pero alucinante viaje que quedará grabado para siempre en la memoria de todos.

