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Sanitaria ucraniana, de origen ruso: "Esto no es una guerra, es un exterminio"

Ludmila es de Lviv, ciudad fronteriza donde Putin dice que están los nazis. Una de las mentiras fabricadas por el Kremlin para "cometer atrocidades".

La tumba de un soldado ucraniano asesinado por Rusia el 13 de marzo, en Lviv. | EUROPA PRESS

"Están masacrando mi tierra", asevera Ludmila. Su origen ruso no le impide ver con claridad lo que las fuerzas de Vladimir Putin están haciendo en Ucrania. Un país que -destaca- "jamás a lo largo de la historia ha iniciado una guerra". "Eso también habla algo de un pueblo, de una nación", sentencia.

Cuando comenzó la invasión -reconoce- tenía "un poco de lucha interna". "Mi patria es Ucrania y me siento ucraniana, pero toda la familia de mi padre es de rusos cien por cien", explica. Eso le hacía entender, quizás ser algo mas condescendiente, a los que comulgan con las ideas de la antigua Unión Soviética. Se han criado en eso, es lo que conocen. Durante toda su vida, los rusos son manipulados por el aparato de propaganda del Kremlin.

Por eso, Ludmila cree que no tiene sentido juzgarles con los ojos de Europa. A día de hoy, ni siquiera tiene claro lo que su familia paterna pensará sobre la guerra. Aunque mantiene el contacto, no ha querido "comprometerles". "Hay ciertas medidas que les prohíben hablar mal de su Gobierno o tener opiniones diferentes de las que les están inculcando", señala.

Hasta 15 de cárcel recoge la última reforma del Código Penal ruso para aquellos que se manifiesten en contra de la actuación del Ejército o difundan "informaciones falsas" sobre la que ellos llaman "operación militar especial" en Ucrania, que no es otra cosa que la invasión ordenada por Vladimir Putin el pasado 24 de febrero.

"No espero que todos los rusos o la mayoría de ellos se pongan en contra de la política de su Gobierno", indica. Ellos solo tienen acceso a la información que los canales oficiales, que niegan la realidad de lo que están haciendo en territorio ucraniano. "Como cuando bombardean un hospital y les dicen que había un laboratorio militar", espeta.

Se refiere al ataque contra un hospital de maternidad en Mariúpol. Moscú intentó enmascarar lo sucedido diciendo que no había civiles ni sanitarios porque había sido tomado por un batallón de Azov. Esa es su baza, la de los supuestos nazis de los que quieren liberar a los ucranianos. La carta blanca de Rusia para cometer todo tipo de "atrocidades".

¿Nazis en Lviv?

Ludmila se escandaliza al recordar algunos de los argumentos esgrimidos por Putin y su Gobierno para invadir Ucrania y "hacer lo que están haciendo". "Esto no es una guerra. Es un genocidio, es exterminar a una población", asegura. Sigue sin dar crédito al infierno en que Rusia está convirtiendo su país, con la excusa de la amenaza nazi.

"Mira, yo soy de la parte fronteriza con Polonia, o sea de la parte justo donde nos llaman los nazis", explica, "y yo -hasta el día de hoy- no tengo realmente ni santa idea de qué hablan". Eso le gustaría que alguien le explicara, advierte. "Por nuestra cultura, por nuestro idioma, por nuestro país, por nuestra tierra... O es porque queremos que nos dejes en paz (Putin)", se pregunta.

Ella es de Lviv, ciudad natal de su madre y una de las urbes más importantes de Ucrania. Empezó a ser atacada por el Ejército ruso a mediados del mes de marzo. Aunque toda su "familia de sangre" la tiene en España (madre, hermanos y sobrinos), Ludmila está preocupada. Allí tiene amigos, compañeros de universidad, primos y otros seres queridos, algunos de ellos -incluso- luchando en el frente.

En Lviv están sus raíces, es el lugar donde nació y también donde se conocieron sus padres. Ella era la directora de una terminal de autobuses; él, el jefe técnico de la Casa de la Cultura. Ludmila se crio en una ambiente de armonía entre los dos países. Todos los años iban a Tver (Rusia central), para ver a su familia paterna, que solía devolver la visita. De hecho, sus abuelos pasaban semanas enteras en su casa.

La decadencia de Rusia

Ludmila estudió la carrera de Periodismo, aunque no llegó a ejercer. Fue madre pronto y se dedicó fundamentalmente a la docencia. En 1999, se vino a España y tuvo que reinventarse. Hasta que dominó el idioma, trabajó como camarera, niñera y lo fue encontrando. Después, estuvo muchos años contratada en una empresa de artes escénicas.

"Hemos traído espectáculos prácticamente de medio mundo a España", dice orgullosa. "Es un trabajo que te da muchísimo para el desarrollo personal. He viajado mucho, conozco España -como suelen decir- de cabo a rabo", afirma. Las giras y espectáculos también le llevaron a Rusia.

Nunca ha perdido el contacto y eso le ha permitido ver el proceso de ella denomina como de "decadencia". "Las ciudades grandes siempre viven mejor", explica, "pero el cambio en el campo ha sido brutal". "Tú vas a Moscú y por supuesto ves la riqueza, los coches de alta gama, las tiendas de lujo, pero es que no te empapas de lo que está pasando" en el resto del país.

Y llegó a la guerra

Funeral de soldados ucranianos asesinados por las fuerzas rusas en Lviv, el 31 de marzo.

El reloj marcaba las 5 de la madrugada cuando un mensaje la alertó de lo que estaba pasando: "Empezó la guerra". Se quedó en shock, "paralizada". Tuvo que leerlo varias veces porque no podía creer lo que estaba viviendo. "Yo siempre estaba diciendo a mi hermana que no, que ya verás que no va a atacar", reconoce.

Ella creía que el apoyo de la UE a Ucrania frenaría a Putin y su hermana le recordaba a menudo lo que estaba pasando en el Donbás. Pero Ludmila lo veía diferente, al estar en la frontera era un objetivo más sencillo para "el psicópata", como ella lo llama. "Tenía mejor opinión de él de lo que es en realidad, de él y de todo su puñetero Gobierno". No le creía capaz de esta barbarie, a pesar de todo.

Ahora, le duele haberle dado el beneficio de la duda. "Por mucho que me integre en España, por muchos años que yo viva aquí, siempre será mi tierra", asevera. "Están masacrando mi tierra", repite una y otra vez. "No es una guerra, realmente es un exterminio", insiste. "Como dijo una vez Borrell, las guerras también tienen reglas".

¿De qué sirven los acuerdos?

"Aquí no hay reglas, se han violado todos los derechos internacionales, todos los tratados, todos los pactos... Incluso el Convenio de Ginebra. No se respeta nada", asevera. De ahí que ella se cuestione "para qué sirven". "Esta pregunta me la hago muchas veces, porque esto no empezó ahora. Lo que llaman conflicto, aunque mataban a la gente, empezó en 2014", afirma.

Le viene a la cabeza el episodio que ocurrió ese año en Ilovaisk (en el Donbás), cuando Rusia dijo que iba a facilitar un corredor humanitario para evacuar a un grupo de gente, "la mayoría herida y fuera de combate". Pero mintió. Les abrió la puerta al matadero, fue "un corredor de la muerte".

Protesta frente a la Embajada rusa en Kiev en el 5º aniversario de la tragedia de Ilovaisk, en 2019.

A Ludmila no le entra en la cabeza que la comunidad internacional no intervenga de otra manera, tratándose de un país (Rusia) que "tiene un ejército cinco veces más grande" que el que intenta invadir injustificadamente. "Ucrania está resistiendo demasiado", dice con pesar a sabiendas de que está costando miles de vidas.

Por eso, le hierve la sangre cuando Putin vende su "operación militar especial" (en alusión a la invasión) como lo que no es. "Nos atacan como si nada y encima pretenden vender la moto a la comunidad internacional de que son los buenos y que vienen a salvarnos", dice con rabia.

Un plan macabro

Ludmila insiste en la idea de que "la guerra no ha empezado hace mes y medio, ni siquiera ha empezado en 2014". "Es un plan macabro desde hace muchísimos años", asevera. Putin ha ido avanzando poco a poco, haciendo movimientos "paso a paso" hasta que "llegó al momento en que no podía dar más pasos, porque no se lo hemos permitido".

"El Gobierno de Putin no solamente tiene que pagar por Ucrania", recuerda. "Debería de pagar por todo... Por los destrozos que hizo en Armenia, por los de Georgia, por bombardear Siria, por meterse en Kazajistán, donde le odian profundamente". Y todo esto lo ha hecho sin que nadie le haya parado los pies. Así llega la invasión de Ucrania, que le rondaba la cabeza "desde mucho antes".

Agradecida a España

Alcorcón se ha volcado con Ucrania.

Ludmila siempre ha estado agradecida a España, su país de acogida desde hace más de 20 años y el que le ha ofrecido una nueva vida, ahora como sanitaria en el sector de la dependencia. A día de hoy -además- le debe su rápida respuesta ante el sufrimiento de Ucrania y su gente.

Ella, su hermana y sus amigas -que están ejerciendo voluntariado desde el inicio de la invasión- han tenido la oportunidad de ver cómo se ha volcado el pueblo español. Han recibido más solidaridad de la que podían llegar a imaginar. "Cada persona hizo lo que pudo, la gente venía llorando dándonos abrazos, venían a preguntar si podían hacer algo, nos dieron transporte para poder llevar la ayuda", explica emocionada.

También tiene unas palabras para el Ayuntamiento de Alcorcón, la ciudad en la que vive. El Consistorio -asegura- les ha ayudado mucho. Entre otras cosas, les ha facilitado distintos emplazamientos que han usado como puntos de recogida de ayuda para Ucrania. "Nos sentimos muy entendidos por vuestra gente".

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