
El Producto Interior Bruto mide el valor monetario de los bienes y servicios producidos por un país en un año. Este podría ser una escueta definición de uno de los principales indicadores macroeconómicos que existen. El Gobierno de Sánchez lleva años presumiendo de haber logrado unos grandes éxitos económicos con su gobierno y ahora le faltan horas en el día para presumir de un dato de crecimiento del PIB que no esperaba y que coloca a España como el país que más crece de la UE.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y sus políticas expansivas en gasto y deuda pública están detrás de estos resultados.
Si la economía fuera tan bien como Sánchez dice, nuestras empresas serían extraordinariamente competitivas, tendríamos un dinamismo empresarial y laboral enorme y unos salarios crecientes, además de que estaríamos reduciendo de manera considerable indicadores como los de la pobreza o la miseria.
Además, habríamos conseguido darle la vuelta a nuestro principal problema como economía: la productividad. Por otro lado, el dinamismo de nuestra economía, que es lo que está queriendo vender el Gobierno, sería el catalizador de nuevas inversiones y atracción de empresas a nuestro país, además de la garantía de una mejora del poder adquisitivo de las familias.
Sin embargo, del crecimiento del PIB en España lo único que tenemos es el porcentaje que sube, pero ni aumenta la productividad, ni se reduce la precariedad laboral, ni aumenta el poder adquisitivo de las familias, ni incrementa la competitividad de las empresas.
¿Cómo es posible entonces que obtengamos unos datos tan buenos en PIB? Porque de la tarta del PIB en España, el sector público ocupa prácticamente la mitad. Además, el volumen de población extranjera es la que explica el incremento del PIB en el 2024, habiendo capturado la mayor parte del crecimiento.


