
En su comparecencia para hablar del apagón, que tres semanas después sigue sin una explicación clara, Pedro Sánchez volvió a contraponer nucleares con renovables y a cargar contra una tecnología que tiene fecha de caducidad en España: el calendario que sigue vigente establece el cierre de los siete reactores españoles entre 2027 y 2035.
Para tratar de hacer ver que España no está sola en su política energética, Sánchez citó varios países: "Alemania, Dinamarca, Austria, Suecia, los países nórdicos" ya tienen "una mayor presencia de renovables que nosotros", dijo el presidente en su estrategia de contraponer unas energías contra otras mientras obviaba las posibles responsabilidades del Gobierno en lo que ocurrió el 28 de abril.
Pocos días después, sin embargo, hasta los escasos ejemplos citados por Sánchez en un mundo que va hacia más renovables pero también hacia más energía nuclear se desmoronan:
Alemania:
El ejemplo paradigmático del empeño en renunciar a la energía nuclear lo ha dejado ya de tener tan claro. Alemania cerró sus tres últimos reactores en 2023, tras las dudas que desembocaron en una breve prórroga de tres meses, siguiendo la senda marcada primero por Gerhard Schröeder y después por Angela Merkel, que tras Fukushima decidió acelerar el cierre en contra de lo prometido. Aunque en efecto, como decía Sánchez, muchos días la generación fotovoltaica y sobre todo eólica es la predominante, otros muchos el país tiene que tirar de gas y del muy contaminante carbón, circunstancia a la que se suma la contradicción de importar energía procedente de Francia generada en su inmensa mayoría por centrales nucleares.
En la reciente campaña electoral, en la que uno de cuyos temas estrella fue el precio de la energía, se habló de nucleares, y el actual canciller, Friedrich Merz, llegó a prometer de que analizaría la viabilidad de reactivar los últimos reactores apagados, una posibilidad que se da casi por descartada por su dificultad económica. Sin embargo, el giro que ha supuesto la llegada de la CDU al poder podría notarse de otra forma: según el Financial Times, Merz se habría comprometido con Emmanuel Macron a dejar de torpedear la energía nuclear en Europa, que se equipararía a todos los efectos (también en lo relacionado con la generación de hidrógeno) con el resto de energías limpias. El diario británico, citando delegaciones de ambos países, lo describe como un "cambio político radical" que buscaría reforzar la alianza francoalemana en un complejísimo momento político. El cambio supondría todo un espaldarazo a esta tecnología aunque Alemania no llegue ya a reencender sus reactores.
Dinamarca:
Aunque en su día llegó a tener reactores experimentales y lideró la investigación nuclear, Dinamarca nunca ha tenido reactores y tras los accidentes de Chernóbyl y Three Mile Island renunció por ley a la energía nuclear. El país, como dijo Sánchez, hoy fía su futuro energético a las renovables, sobre todo la eólica, pero eso podría estar a punto de cambiar: el Gobierno se abrió hace unos días a analizar si los futuros minirreactores modulares, que podrían ser una realidad en la década de los 30, pueden servir para complementar el mix danés ante el aumento de la demanda eléctrica.
Los "nórdicos":
Pedro Sánchez citó los países nórdicos como paradigma de la energía renovable, pero no todos los casos son iguales. En la rica en recursos Noruega, la energía es masivamente renovable gracias a la energía hidroeléctrica, que predomina de forma aplastante. En Suecia, la energía nuclear supone un 40% de la generación eléctrica, y aunque hace una década se planteó el cierre, hoy está en la senda contraria y camina rumbo a la energía sin emisiones con la nuclear como respaldo. El país tiene hoy por hoy seis reactores y planea aumentar su parque nuclear con dos nuevos reactores y con SMR. En cuanto a Finlandia, el consenso político a favor de la nuclear es total, incluidos los verdes: sus cinco reactores proporcionan un tercio de su generación eléctrica, que complementan la energía hidroeléctrica y la eólica.
De momento, de los países citados a Sánchez sólo le queda Austria, que llegó a construir un reactor en los setenta que nunca llegó a encenderse por la oposición ciudadana.


