
En pleno mes de julio, con las grandes ligas europeas en pausa y sin Mundial ni Eurocopa en el calendario, las estrellas del fútbol deberían estar descansando. Pero la realidad en este 2025 es muy distinta y muchos cracks están ahora involucrados en el Mundial de Clubes organizado por la FIFA. En no pocos casos, estos jugadores vienen de disputar torneos como la Nations League o partidos de preparación para el próximo Mundial.
La competición futbolística del más alto nivel está pensada para maximizar audiencias y facturación global, pero el sector se mueve en un contexto alarmante desde el punto de vista de la sobrecarga física que soportan sus principales protagonistas. Las cifras muestran que, en efecto, fútbol de élite está pagando un precio cada vez más alto: el del cuerpo roto de sus protagonistas.
Según el Indice de Lesiones que elabora Howden, desde 2020 hasta la pasada temporada 2023-2024 se han registrado 14.292 lesiones en el fútbol europeo masculino de élite, con un coste económico superior a los 2.300 millones de euros. Solamente en la pasada campaña, se registraron 4.123 lesiones en las primeras competiciones de España, Inglaterra, Alemania, Italia y Francia, con un coste estimado de 800 millones de euros. Y, según datos de la Premier League, cada lesión implica una media de 44 días de baja, lo que descarta la idea de que se trate de molestias menores.
El doctor Pedro Luis Ripoll, uno de los mayores expertos médicos que tiene nuestro país en el ámbito del fútbol de élite, ha explicado a este respecto que solamente en España estamos superando ya las 700 lesiones por temporada, solamente en los equipos de Primera División. Además, la tendencia de largo plazo es claramente preocupante, puesto que las lesiones musculares, especialmente las de tipo isquiotibial, han aumentado significativamente y, entre 2001 y 2022, su proporción se ha duplicado y ha pasado del 12 % al 24 % del total.
Más rápidos, más fuertes… y más rotos
El fútbol moderno es más espectacular que nunca. Hay más sprints, más duelos, más exigencia física. En un gráfico del Financial Times elaborado a partir de diversos estudios sobre la naturaleza del juego vemos, de hecho, que el incremento promedio en el esfuerzo de los jugadores no se debe tanto a los minutos jugados o la distancia recorrida sino a la manera en que se ejecutan tales hitos.
Pero esta evolución, que trae consigo encuentros de mucha más calidad y exigencia, tiene asimismo un innegable coste fisiológico. Lo que no ha evolucionado es el tiempo de descanso ni los márgenes de recuperación para los tejidos musculares. El calendario está absolutamente saturado: Champions League, Mundial, Nations League, Supercopas, selecciones, ligas nacionales, copas domésticas... y ahora un Mundial de Clubes con fecha veraniega. El resultado es una tormenta perfecta de innegable coste en términos de salud, calidad competitiva y pérdidas económicas.
El caso del Real Madrid
La temporada 2024-25 del Real Madrid ilustra el problema a la perfección: 57 lesiones totales (41 musculares, 16 traumáticas), 21 jugadores afectados (solamente Modric y Güler se salvaron), 12 jugadores con más de 50 días de baja (incluyendo a pilares como Carvajal, Militao y Alaba, que prácticamente no disputaron ningún encuentro), un calendario desbordado (72 partidos en 11 meses, incluyendo 9 en enero y uno de ellos con 66 horas de recuperación), etc.
Si el club merengue alcanza la final del Mundial de Clubes, el descanso entre el 13 de julio y el arranque de liga llega el 16 o 17 de agosto, eso significa que los jugadores de Xabi Alonso tendrán apenas un mes de descanso. Casos como el de Federico Valverde son extremos: 5.710 minutos disputados en un año (5.070 con el club blanco, 640 con su selección). Otro ejemplo claro es el de Vinicius Jr., que antes de cumplir los 24 años ya había jugado 23.936 minutos sobre el terreno de juego, sumando sus partidos en primera división y en la selección brasileña, muy por encima del tiempo disputado al llegar a dicha edad por otros astros como Ronaldo Nazario (20.930), Kaká (16.213) o Ronaldinho (11.856).
Pero lo del Real Madrid no es un caso aislado. La Real Sociedad ha registrado 63 lesiones, el Athletic, 53, y Betis y Gerona, 49. La carga es insostenible.
Propuestas para devolver el oxígeno al fútbol
Un deporte puede elegir un modelo de negocio basado en la escasez —como la NFL, con su calendario corto y un puñado de partidos de altísimo valor por unidad— o uno centrado en la abundancia, como la NBA o la MLB, donde el volumen de partidos alimenta a diario la maquinaria mediática. El fútbol europeo, tradicionalmente más cercano al primer modelo, está deslizándose hacia el segundo. Y lo está haciendo sin calibrar bien los costes.
La expansión del calendario no ha traído consigo un aumento proporcional del valor por partido. Al contrario: la inflación competitiva está erosionando el interés de los aficionados y la rentabilidad de los derechos de retransmisión. El caso de la UEFA Champions League es paradigmático. En su nuevo formato, desplegado a partir de la temporada 2024‑25, la fase de grupos dará paso a una liguilla con 36 equipos y 189 partidos, frente a los 125 que se manejaban hasta entonces. Sin embargo, el pago medio por partido ha caído en términos reales. Así, aunque los ingresos totales suben, como resultado de un mayor número de encuentros, el valor medio por encuentro se ha reducido, al diluirse el producto.
Según estimaciones de UEFA, el nuevo modelo proyecta ingresos de unos 4.400 millones de euros (un 30 % más), pero repartidos entre muchos más encuentros. En 2018‑19, la última temporada prepandemia con formato tradicional, los ingresos fueron de 3.200 millones con 125 partidos, lo que supone 25,6 millones por partido. En el nuevo formato, la media ronda 23,2 millones por cita, y eso sin descontar inflación ni la presión a la baja de los nuevos acuerdos con plataformas de streaming.
Este fenómeno se extiende a otras competiciones. A nivel europeo, la Conference League apenas genera impacto real, y la Europa League ha perdido buena parte de su prestigio. Al mismo tiempo, las Supercopas domésticas y su réplica comunitaria añaden saturación al calendario, como consecuencia de un calendario de difícil encaje. Así pues, la tendencia actual no es sostenible, ni para los clubes ni para los futbolistas. Pero cambiar el modelo requiere medidas concretas y valientes.
Entre las propuestas que se podrían barajar, la más evidente sería (1) recortar las competiciones al mínimo imprescindible, reduciendo si es necesario el número de equipos participantes, (2) ligar la ventana de cambios por partido al número de partidos que un equipo puede llegar a disputar en caso de llegar hasta el final en todas las competiciones que disputa, (3) elevar la compensación por lesiones ocurridas durante encuentros con selecciones nacionales y acotar el número de apariciones en partidos amistosos para aquellos jugadores que disputen un alto número de comparecencias, y (4) elevar las asignaciones que reciben los equipos de las federaciones internacionales y nacionales con el compromiso de que inviertan más en salud y preparación física.


