Desde hace más de 20 años, la empresa española Xcalibur Smart Mapping se dedica a algo que muy pocos hacen: mapear los recursos naturales que hay bajo tierra sin necesidad de perforar ni remover el terreno. Lo hacen desde el aire, con aviones equipados de sensores capaces de captar lo que no se ve a simple vista, para identificar en qué zonas hay potencial y en cuáles no. Y lo hacen, sobre todo, en países en desarrollo, donde este tipo de datos suponen un antes y un después.
"No localizamos ni volamos minas, eso es un error que la gente piensa", explica Andrés Blanco, CEO de la compañía. Su tecnología ayuda a gobiernos a conocer qué tienen bajo sus pies, a tener más control sobre sus recursos naturales y a negociar mejor con inversores internacionales en el contexto de la transición energética global. La cuota de estos clientes es "abrumadora", confiesa, atreviéndose a decir que "entre el 85% y el 90% de los trabajos que hacen son para gobiernos". También trabajan para clientes privados, como mineras, empresas de hidrógeno, agua o geotermia.
Para llevar a cabo su trabajo, organizan la zona y la sobrevuelan en líneas rectas, que pueden llegar a tener una separación de solo 50 metros. La superficie de kilómetros cuadrados se convierte así en kilómetros lineales. Por ejemplo, en Zambia están cartografiando 750.000 kilómetros cuadrados en dos años, una superficie que es dos veces mayor que toda España. "Será el mejor conjunto de datos geológicos del mundo, incluso más que el de Australia, porque la resolución va a ser mucho mejor", asegura Blanco. Cuentan con una flota de 45 aeronaves, que se modifican para incorporar los equipos necesarios, y con pilotos que reciben una formación específica de más de ocho meses para aprender a volar en líneas rectas muy próximas entre sí.
También utilizan imágenes de satélite para ampliar la información. En los últimos años, además, están incorporando inteligencia artificial tanto para procesar los datos como para interpretarlos más rápido. Y lo más innovador —"que no hay nadie que lo esté haciendo"— es una tecnología que monitoriza la suspensión de gases en el aire. "Si tú estás mapeando una zona y ves que geológicamente hay respuestas que podrían inducir al hidrógeno, y además ves que, efectivamente, hay emisiones de hidrógeno en el aire, obviamente, la conjunción de las dos medidas infiere que hay una muy elevada posibilidad de que ahí haya hidrógeno natural", ejemplifica el CEO.
De esta manera ayudan a ser "más eficientes en el uso de los recursos" y, sobre todo, "a reducir su coste de exploración" al invertir en la parte de investigación previa. "Si tú estás ciego y no sabes dónde tienes que dirigir tus esfuerzos, te va a costar mucho más analizar. Nosotros localizamos zonas donde hay potencial, con lo cual ya estás eliminando una parte muy importante del territorio".
Desde Xcalibur insisten en que son "una empresa de gestión de datos" y, como tal, uno de los conceptos clave que la definen es el de "transición energética justa". Para Blanco, no basta con pasar de combustibles fósiles a renovables: también es importante repensar cómo se reparten los beneficios de esa transición. "En el sector de hidrocarburos se ha desarrollado la industria con un modelo basado en la explotación del recurso en origen, pero todo el procesado y refinado se ha hecho en economías en países avanzados. Eso significa que una pequeña parte de la cadena de valor queda en origen", explica.
En esta línea, entienden que la repartición debe hacerse "de forma más justa", fomentando que parte de la cadena se quede en el inicio, ya sea con empleo, formación o inversión local. "Cuanta más información tengan los países de sus recursos, mejores acuerdos se pueden negociar con los inversores", dice. "Aspiramos a ser un socio estratégico para una transición energética justa. Muchos gobiernos ya están entendiendo esto y acuden a nosotros para poder ayudarles a estimar cuál puede ser su potencial".
Dentro de esa aspiración, han creado la Fundación Xcalibur, enfocada en proyectos de cooperación al desarrollo a nivel internacional en aquellos países en los que la empresa madre está presente. Según explica su director ejecutivo, Javier Lezcano, tienen en marcha cinco proyectos basados en educación y género en Colombia, España, República del Congo, Uganda y Ghana. En este último país, en colaboración con la Academia Africana de Ciencias (ASA), trabajan con niñas de excelencia en ciencias para brindarles apoyo y prácticas profesionales con la intención de "dar fuerza a las mujeres africanas para que puedan desarrollarse".
Hoy Xcalibur trabaja en 85 países, aunque el 99,5% de su actividad está fuera de España. Tienen más de 500 empleados en seis continentes. Han sobrevolado 50 millones de kilómetros lineales. Y visualizan un futuro con tres direcciones muy claras. La primera: empezar a mapear no solo lo que hay bajo tierra, sino todo el capital natural de la superficie, desde biodiversidad hasta emisiones de gases. "En Brasil vamos a mapear la Amazonía para conocer mejor su capacidad de capturar CO₂ e integrar procesos agrarios sin que esto repercuta negativamente en su ecosistema, porque estas industrias generan muchas emisiones de metano", explica Blanco. La segunda: incorporar aeronaves no tripuladas como drones en cinco o seis años para cubrir grandes extensiones. La tercera: el espacio. "Estamos convencidos de que cuando las limitaciones económicas y técnicas de los vuelos a otros planetas se sobrepasen, será más fácil desarrollar los recursos naturales en otros planetas que en el mar", dice el CEO. Según él, el impacto ambiental en el océano es más difícil de controlar, mientras que, hoy en día, en otros planetas el reto es únicamente logístico y de coste.
Por eso, concluyen, contar con un socio financiero que entienda tanto lo local como lo internacional es clave. Y en ese camino, mencionan a Banco Sabadell como "compañero de viaje desde el año 2000". "No hay tantos bancos españoles que apliquen esa lógica", destaca Blanco.
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