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Estíbaliz acogió en su casa a un magrebí y terminó desalojada: "Veía pornografía y me llamaba perra sucia"

Tras comprarse la casa en 2021, hoy vive fuera de ella y sufre secuelas psicológicas después de meses de acoso.

Tras comprarse la casa en 2021, hoy vive fuera de ella y sufre secuelas psicológicas después de meses de acoso.
La afectada por un okupa magrebí, Estíbaliz Kortazar. | Programa de Telecinco 'Vamos a ver'

Estíbaliz Kortazar, una vecina de Basauri (Vizcaya), jamás imaginó que su decisión de ayudar a una persona sin hogar acabaría convirtiéndose en un drama que la dejaría fuera de su propia vivienda y bajo tratamiento psicológico. Administrativa de profesión durante más de veinte años, había conseguido comprar su piso en 2021 tras mucho esfuerzo. Fue allí donde, a finales de 2023, decidió alquilar el sofá de su casa.

Lo hizo a través de una asociación con la que colabora como voluntaria, dedicada a ayudar a personas inmigrantes y refugiadas en situación vulnerable. En ese momento, conoció al hombre que más tarde convertiría su vida en un infierno. "Yo estoy en una plataforma que ayudamos a personas inmigrantes y refugiadas, entonces acogemos en nuestra casa a chicos que están en situación de calle", relató en el programa Vamos a ver, de Telecinco.

Una convivencia insostenible

Aunque en un principio todo parecía en orden, la convivencia comenzó a deteriorarse de forma rápida. El contrato de arrendamiento fijaba un alquiler mensual de 350 euros. Pero en cuestión de semanas, el inquilino —un hombre extranjero de 48 años— empezó a mostrar una actitud agresiva y perturbadora. "Comentarios machistas, insultos, insinuaciones sexuales y actitudes que rozaban el acoso", señalaba la afectada.

"Desde que se levantaba hasta que se acostaba, su único objetivo era molestarme", explicó Estíbaliz. Contó que el hombre la llamaba "puta" y "perra sucia", veía pornografía y mantenía la televisión encendida a todo volumen por la noche. "Una vez llegué a casa, yo me senté a cenar y él estaba en el comedor con el portátil y estaba viendo porno", explicaba.

El desgaste físico y emocional se volvió evidente. "He estado más o menos un año durmiendo tres horas al día", confesó. Su rutina se convirtió en una secuencia de interrupciones nocturnas por luces encendidas, música a horas inoportunas y tareas de limpieza que el inquilino nunca asumía. "Todo lo que podía molestarme, me molestaba".

Obligada a abandonar su hogar

La situación llegó a un punto crítico el 6 de junio de 2025. Aterrada y sin apoyo institucional, Estíbaliz optó por abandonar su propia vivienda. "No podía seguir viviendo con ese miedo. Cada vez que lo veo, el corazón se me acelera. Estoy en tratamiento psicológico y de baja laboral", explicó. Desde entonces, se aloja en casa de un familiar.

El contrato con el inquilino venció en enero de 2025, pero él se ha negado a marcharse. Además, dejó de pagar el alquiler y convirtió la vivienda en un espacio deteriorado, lleno de objetos y basura. Cuando Estíbaliz pidió ver la habitación para comprobar su estado, él solo accedió a enviarle un vídeo. "No fui capaz de verlo entero del asco que me dio", contaba la afectada.

Desesperada por encontrar una solución pacífica, Estíbaliz contactó con un conocido del mismo origen que el inquilino, con la esperanza de que pudiera razonar con él. Sin embargo, la conversación derivó en una agresión: discutieron en árabe y el okupa terminó mordiendo la cara del mediador, quien tuvo que ser hospitalizado y recibió diez puntos de sutura.

Pese a este episodio violento, la respuesta institucional no llegó. El 1 de enero de 2025, Estíbaliz acudió a la Policía, pero los agentes le indicaron que no podían intervenir sin una orden judicial de desalojo. "Como este tema no es violencia de género, no es mi pareja, pues en ningún sitio me han ayudado", lamentó.

Además del desgaste emocional, Estíbaliz continúa afrontando las facturas del inmueble: electricidad, agua, y otros suministros. "Pago más de 200 euros al mes por su consumo eléctrico, y ni siquiera me abona el alquiler", aseguró. Mientras tanto, el hombre permanece en el piso, ahora como okupa, y ella sigue sin poder volver a su propio hogar.

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