
Las grandes ligas deportivas de Estados Unidos siguen celebrando contratos de patrocinio multimillonarios y acuerdos televisivos históricos, pero bien podría decirse que los verdaderos ganadores del proceso no en la cancha, sino en los palcos presidenciales y los despachos de gestión.
Y es que, detrás del espectáculo, los propietarios de los equipos de las grandes ligas de fútbol americano, béisbol o baloncesto se están frotando las manos gracias a un privilegio fiscal poco conocido, pero altamente rentable, que transforma sus inversiones en máquinas de ahorrar impuestos.
Así, en el deporte profesional estadounidense, el mayor triunfo ya no es necesariamente levantar un trofeo, sino tener la capacidad explotar un resquicio legal que multiplica el valor de las franquicias y genera beneficios colosales fuera del marcador. La clave no es otra que la amortización de activos intangibles. Este mecanismo, avalado por la ley fiscal estadounidense, permite que los nuevos dueños de equipos deportivos amorticen hasta el 90% del precio de compra invertido para hacerse con una franquicia a lo largo de un periodo de 15 años.
El resultado: cada año, los propietarios de franquicias de ligas como la NFL, la NBA o la MLB se acogen a miles de millones de dólares en deducciones fiscales que no solo reducen la factura fiscal de sus equipos, sino que —gracias a su estructura societaria— se trasladan también al IRPF personal de los propietarios.
El caso Ballmer: pagar menos que un trabajador de su estadio
Un ejemplo revelador es el de Steve Ballmer, ex CEO de Microsoft y actual propietario de los LA Clippers, franquicia baloncestística radicada en Los Ángeles. En 2021, ProPublica reveló que Ballmer declaró un total de 656 millones de dólares en ingresos, pero apenas pagó 78 millones en impuestos federales, lo que supone una tasa efectiva del 12 %.
Semejante abaratamiento en la factura fiscal abonada por Ballmer se explica simple y llanamente por las amortizaciones derivadas de la compra del equipo de baloncesto, que cerró por un total de 2.000 millones. Para poner el dato en perspectiva: el 12 % que tributó Ballmer supone aproximadamente un 50 % menos que los niveles de tributación medios de los empleados de su equipo.
El incentivo detrás de unas valoraciones infladas
La lógica del sistema es tan sencilla como potente: si un multimillonario compra un equipo por 2.000 millones y asigna, por ejemplo, unos 1.800 millones a activos amortizables, podrá deducirse alrededor de 120 millones al año por un periodo de 15 años. Incluso si el equipo gana apenas 20 millones anuales, las deducciones generan una "pérdida contable" de 100 millones que reduce su base imponible personal. Y cuando se vende, el nuevo comprador puede reiniciar el ciclo fiscal desde cero. Así lo ha explicado Joe Pompliano en el medio especializado Huddle Up.
Esto no solo atrae compradores, sino que eleva artificialmente las valoraciones de las franquicias deportivas, ya que el "beneficio fiscal" forma parte del atractivo económico de la operación, haciendo que la adquisición de un equipo de élite tenga dos grandes incentivos financieros: por un lado, la rentabilidad específica derivada de la entrada en un sector de alto crecimiento; por otro lado, el ahorro fiscal que genera dicha entrada en las declaraciones de impuestos de los nuevos propietarios.
La reforma fiscal conocida como One Big Beautiful Bill e impulsada por Donald Trump en el Congreso incluía inicialmente una reforma para limitar estas deducciones al 50 % del precio de adquisición. Sin embargo, la presión de los dueños de franquicias, encabezados por figuras como Robert Kraft (Patriots), Jimmy Haslam (Browns) o Rob Walton (Broncos), logró que el Senado eliminara esa cláusula antes de que la norma se aprobara definitivamente – y todo a pesar de que la medida en cuestión solo afectaba a futuras compras.
La NFL, "paraíso fiscal" del deporte
Si bien el sistema se aplica en todas las grandes ligas (NFL, NBA o MLB, pero también NHL, MLS…), el caso del fútbol americano es considerado el más atractivo. El reparto de los ingresos televisivos se realiza a partes iguales, los topes salariales son rígidos y limitan la compensación de los jugadores, la demanda que generan los nuevos compradores potenciales va siempre en aumento y contribuye a revalorizar las franquicias de forma casi ininterrumpida, los derechos audiovisuales escalan anualmente generando más flujo de caja, etc.
Además de este privilegio fiscal, muchas franquicias deportivas reciben subvenciones públicas multimillonarias para infraestructuras, estadios y servicios asociados. Además de este privilegio fiscal, muchas franquicias deportivas reciben subvenciones públicas multimillonarias para infraestructuras, estadios y servicios asociados. Solo en los últimos 34 años, los contribuyentes estadounidenses han destinado casi 30.000 millones de dólares a financiar estadios —y esta cifra no incluye exenciones fiscales o ingresos derivados de emisiones de deuda municipal, que no tributan. Los beneficios para los propietarios son evidentes – y el coste se traslada, con frecuencia, al presupuesto público, sea en forma de beneficios fiscales o, en el caso específico de los estadios, en forma de gasto directo.
El juego más lucrativo
Lo que comenzó en los años 40 con la amortización de contratos en el béisbol, se fue perfeccionado por las grandes ligas en las décadas siguientes. En los años 2000, la presión de la MLB llevó a la Administración Bush a incluir formalmente a los equipos en el régimen de activos intangibles amortizables. Desde entonces, este "truco fiscal" ha seguido ganando peso.
El fenómeno ha generado un círculo virtuoso para los dueños: compran caro, se deducen aún más, y luego venden más caro aún. Todo ello con el beneplácito del IRS y de los políticos, generosamente financiados por donaciones de las propias franquicias.
Este "truco fiscal" solamente apto para multimillonarios se ha convertido en una de las razones clave del boom de valoraciones en el deporte estadounidense. Más allá del crecimiento real de las ligas o del aumento en el entusiasmo que expresan con su cartera los aficionados, el verdadero motor del boom de la economía del deporte en Estados Unidos no es otro que el sistema tributario.

