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Subvenciones para que no quiebren los amigos

Un sistema eléctrico serio no se construye a golpe de eslóganes ni de decretazos para salvar rentabilidades, sino con reglas estables.

Un sistema eléctrico serio no se construye a golpe de eslóganes ni de decretazos para salvar rentabilidades, sino con reglas estables.
Red eléctrica. | Pixabay/CC/creator_libre

Estamos asistiendo a la enésima pirueta del "progresismo" energético español: te dicen que la nuclear es cara, que no se puede cargar a los ciudadanos con su coste (inventado)… y en la misma semana aprueban un salvavidas para que buena parte de las renovables no quiebren. Como los ingresos del mercado son cada vez menores, aquí vienen raudos los amiguitos del ministerio para asegurar unos ingresos a las tecnologías elegidas, aunque el precio del mercado sea cero —o incluso negativo—. Capitalismo para los amiguetes, socialización de pérdidas para los ciudadanos. Si el diseño intervencionista genera disfunciones, no se corrige el diseño; se rescata al protegido.

La foto real es incómoda para el relato gubernamental. Las nucleares —seguras, firmes, despachables— sostienen el sistema cuando falla el viento o se esconde el sol. No piden precio mínimo, no necesitan que el regulador les garantice rentabilidades cuando el mercado se hunde por exceso de oferta. Compiten a la antigua: producen cuando se las necesita y estabilizan la red. Mientras, la política de cierres exprés y alambradas regulatorias arrincona a la única base fiable que tenemos, al tiempo que se multiplican las horas de precios nulos o negativos fruto de una planificación que ha confundido potencia instalada con seguridad de suministro.

Privatizamos el verde del titular

La última vuelta de tuerca ministerial lo reconoce sin decirlo: si hay horas y horas de precio cero, es que algo no encaja. ¿La solución? No es revisar incentivos, señales de precio o calendario de cierres; tampoco acelerar de verdad la gestión de la demanda ni abrir la puerta a la flexibilidad competitiva. Su "solución" es que, si el precio se desploma durante seis horas seguidas o la red no admite más, la retribución para algunos no se toca. Pase lo que pase en el mercado, se cobra. Privatizamos el verde del titular; socializamos el rojo de la cuenta de resultados. Y a otra cosa.

Por si fuera poco, se envuelve el parche en purpurina. Palabras bonitas para encubrir una realidad simple: han creado un sistema que genera vertidos, restricciones y precios patológicos, y ahora lo intentan sostener con preferencias administrativas, más control y más burocracia. Menos mercado, menos responsabilidad política y más costes escondidos en la letra pequeña que acabaremos pagando todos.

La hipocresía es de manual. Si una tecnología "cara" —la nuclear, según pontifican— entrega firmeza, inercia y seguridad de suministro, se la clausura por prejuicio ideológico. Si otra —la renovable— no ingresa lo previsto porque el propio esquema regulatorio hunde el precio, se la rescata. No es política climática: es dogma con contabilidad creativa. Un sistema eléctrico serio no se construye a golpe de eslóganes ni de decretazos para salvar rentabilidades, sino con reglas estables, competencia y todas las tecnologías en igualdad de condiciones. Todas, las que no nos gustan también.

Mención aparte merecen los exégetas del funambulismo dialéctico. Cuando algunos pedimos que a la nuclear se le quiten parte de los injustos impuestos que la asfixian, se nos dice que es imposible porque "lo pagará el ciudadano". Confunden eliminar impuestos con subvencionar, síntoma inequívoco de analfabetismo financiero. Sin embargo, esas mismas personas, no dudan un segundo en celebrar con júbilo los anuncios políticos para subvencionar (ahora sí) a ciertas energías renovables. Como siempre, no se trata del qué, sino del quién. Síntoma inequívoco de un nauseabundo sectarismo.

Este Gobierno ha hecho de la incoherencia su bandera: cerrar lo que funciona, proteger lo que se tambalea y llamar a eso "transición". Ineptitud regulatoria, incompetencia técnica y una alergia crónica a la realidad económica. El resultado es obvio: menos seguridad, más volatilidad y una factura pública encubierta que crece cada vez que el mercado desmiente el relato. Luego dirán que el mercado ha fallado. No: han fallado ustedes. Y mientras sigan rescatando los errores en lugar de corregirlos, seguiremos pagando la hipocresía los de siempre.

Manuel Fernández Ordóñez es Licenciado en Física de Partículas y Doctor en Física Nuclear. Especialista en Energía Nuclear y Analista Energético. Divulgador y escritor de los libros Energía Nuclear: Sí, Por Favor (Deusto, 2023) y En Busca de la Libertad (Gaveta Ediciones, 2022).

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