
España, cada vez más, deteriora su composición del crecimiento económico estructural, el de medio y largo plazo, sacrificado para mantener un espejismo cortoplacista basado en la anestesia del gasto público y en la acumulación de población, pero con pérdidas de valor añadido por la menor especialización y capacitación de la población recibida. El Gobierno no hace nada por mejorar esta situación, sino todo lo contrario: la mantiene a base de gasto y de deuda, como relatamos en estas páginas de manera recurrente. El techo de gasto lo ha incrementado en casi 100.000 millones de euros desde que llegó al Gobierno, y la deuda en más de medio billón de euros.

Y continúa el deterioro, con la parálisis presupuestaria y la prórroga de los presupuestos de 2023, en una anomalía que sólo puede restar confianza a los inversores, pues si no se respeta el gobernar conforme a la ley más importante del año, sino que el Ejecutivo se atrinchera, entonces qué garantías hay de que se vaya a seguir una política económica y no una improvisación constante, siendo la incertidumbre uno de los mayores enemigos de la actividad económica y del empleo.
En este contexto de deterioro político, económico e institucional al que nos somete el presidente Sánchez, la economía española no deja de perder productividad y competitividad, y el cambio de modelo económico no está girando hacia una economía más productiva, especializada en productos y servicios de alto valor añadido, sino que marcha en sentido contrario, hacia una economía de bajo valor añadido, con crecientes subsidios y pérdida de capacitación profesional.
Eso hace que la economía no se sostenga por sí misma, que viva anestesiada, como digo, y que se estén produciendo flujos migratorios en el campo laboral en ambos sentidos, tanto de entrada como de salida.
Así, los trabajadores que recibimos de fuera lo son, cada vez más, para trabajos muy poco cualificados, que no realizan los españoles y cuya demanda de trabajo está creciendo y cuya oferta debe buscarse fuera. Esa demanda de trabajo poco cualificado crece porque la economía se está desarrollando en esas ramas de actividad de poco valor añadido, haciendo que la economía española pierda posiciones respecto del exterior.
Por otra parte, según el informe del BBVA "El valor económico del capital humano en España y sus regiones", un tercio de los emigrantes de España son jóvenes. Es obvio que puede haber emigrantes temporales, para aprender un idioma o para tener una experiencia profesional pasajera, pero es preocupante que una parte de los jóvenes se vayan, especialmente porque muchos de los que se marchan son personas de elevada cualificación, que no encuentran en nuestro país un desarrollo profesional acorde a su capacitación, debido a que nos estamos quedando rezagados en productividad, en competitividad y en prosperidad, pues nuestra posición en PIB per cápita respecto de la media de la eurozona ha descendido.
Eso provoca que el crecimiento español, además de ser cortoplacista, se impulsa, en gran parte por crecimiento de población, pero con pérdida de prosperidad, como muestra la evolución de PIB per cápita en paridad del poder de compra, donde España ha dejado de converger y ha retrocedido respecto de la media de la UE.
De hecho, la convergencia lograda desde 1996, que hizo que España superase el 100% de la media comunitaria en 2003, aunque tuviese el impulso del efecto de la ampliación sobre la media, que rebajaba dicha media, mantenía una tendencia creciente sostenida hasta 2007, cuando se acabó la inercia de las políticas de los años anteriores. Desde entonces, se ha resentido dicho porcentaje del PIB per cápita en paridad del poder de compra, pero nunca había bajado del 90%, con recuperación desde 2015 a 2018, momento en el que comienza a bajar, llegando al 82,5% en 2020, que denota que España gestionó peor la crisis del coronavirus que la media europea, y que ahora sigue en el 90%, y si no está por debajo se debe a la revisión extraordinaria de la contabilidad nacional.
Ahora, con los datos de contabilidad nacional del IIITR-2025, vemos cómo, de nuevo, cae la productividad. Así, la productividad por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo registró este trimestre una tasa interanual del -0,5%, acelerando la caída, y la productividad por hora efectivamente trabajada, del 0,3%, 1,1 puntos menor que la del trimestre precedente. En términos intertrimestrales ambas tasas fueron del -0,4%.

Por tanto, la productividad disminuye de manera intensa, de forma que el crecimiento que hay no es productivo ni sostenible en el tiempo. Es un crecimiento sostenido, artificial y de cortísimo plazo, con graves perjuicios de cara al medio y largo plazo.
La productividad y competitividad son esenciales en una economía. No pueden mejorarse la producción, la actividad económica y el empleo sin aumentos en productividad y competitividad y, sin embargo, el Gobierno adopta decisiones que las perjudican, como la subida masiva de impuestos, el aumento de cotizaciones, el incremento del salario mínimo y la reducción de jornada, medida que, felizmente, no ha salido adelante.
Solo esta última medida aumentaría los costes de las empresas en más de un 6%, con especial quebranto para pymes y autónomos, que no podrían soportar ese sobrecoste, y con problemas de funcionamiento de los procesos de producción de veinticuatro horas, que no paran y que trabajan a tres turnos de ocho horas cada uno.
Es esencial dinamizar el mercado de trabajo, bajar impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, eliminar trabas y trabajar más, no menos, si queremos mantener y acrecentar la prosperidad de la economía española. Es esencial transformar la estructura económica para que la economía se mantenga por sí misma y se oriente hacia ganancias de valor añadido, no hacia un crecimiento por mera acumulación de mano de obra poco productiva, sostenido, además, por un gasto público que no se puede mantener indefinidamente.
Es necesario cambiar profundamente esa visión económica para crear una economía productiva. Si no se hace eso, el empobrecimiento llegará de manera intensa, todavía mayor que el que ya ha provocado la equivocada política económica del Gobierno.
