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Irene Montero, Bob Pop y la invasión de los especuladores avariciosos

Lo llamativo no es que un tipo miserable y avaro te cobre a 3 euros la docena. Lo llamativo es que se haya pasado años cobrando la mitad.

Lo llamativo no es que un tipo miserable y avaro te cobre a 3 euros la docena. Lo llamativo es que se haya pasado años cobrando la mitad.
La eurodiputada Irene Montero, durante un acto de campaña en Extremadura, la semana pasada, en Mérida. | EFE

Una de las características de la izquierda española que más me fascina es su capacidad para rebatirse a sí mismos en una sola frase. Esta semana, los protagonistas han sido Irene Montero y Bob Pop, dos de sus referentes en la última década (y sí, aunque a mí me sorprenda, lo cierto es que lo son para un llamativo número de nuestros conciudadanos).

Primero era Montero quien se calentaba en un mitin de la campaña extremeña contra uno de sus enemigos más queridos, Juan Roig y Mercadona:

Luego, le llegaba el turno al ¿novelista? y colaborador en medios, que explicaba en su espacio en Hoy por hoy, su visión de la crisis de la vivienda:

Me parece increíble que no lo vean ellos mismos. Por ejemplo, cuando Montero se pregunta "cómo puede ser que los huevos hayan pasado de 2,15 a 3 euros" en 10 meses. Ella centra su discurso en los 3 euros que pagamos en diciembre. Y se responde a sí misma que lo que explica ese precio es por la avaricia ("nos están robando", dice) de los dueños de Mercadona, Carrefour o El Corte Inglés. Lo que ocurre es que este hilo argumental deja abierta una pregunta obvia. Tan evidente que cuando vi el vídeo por primera vez estaba esperando a que una de sus compañeras en el estrado le tocase el hombro para repreguntarle [Y no, no lo hacen]: "Entonces, ¿por qué en febrero estaban a 2,15?".

No hablamos de principios económicos complejos. Es algo bastante obvio. (1) Si la culpa de los precios altos es de la maldad de unos pocos empresarios y especuladores. (2) Y si los precios altos han aparecido en los últimos meses; (3) sólo hay dos conclusiones posibles: o hace seis meses esos malvados no vivían entre nosotros o entonces eran buenas personas.

Porque lo llamativo no es que un tipo miserable y avaro te cobre a 3 euros la docena (aquí podríamos preguntarnos por qué se quedan en 3 y no pasan 4, a 6 o a 15 euros; si, en teoría, podrían hacer lo que quisieran con sus consumidores). Lo llamativo es que esos mezquinos empresarios se hayan pasado años cobrando la mitad (y sí, hace no tanto podías encontrar una docena de huevos a 1,5€).

Lo mismo con la vivienda. Bob Pop le pide a los ricos (en este caso, los dueños de Inditex, Mercadona o Netflix) que hablen con otros ricos (los dueños de los fondos buitre) para que rebajen los precios de los alquileres. Otra vez, la obviedad: ¿es que no había fondos buitre en España en 2018-19-20? [Nota al margen: si el problema es que ahora hay muchos más que entonces, a los primeros a los que deberían mirar es a su querido Gobierno de coalición]. ¿Es que no hay fondos buitre en otros países en los que la vivienda ha subido menos? ¿Es que nuestros fondos buitre son más malvados que los de esos otros lugares?

Los argumentos

Nada de esto terminaría con el debate sobre los precios. Seguro que hay buenos argumentos para defender políticas de izquierda-intervencionistas con las que yo no estoy de acuerdo: desde construir más vivienda pública a un cambio en la fiscalidad sobre el patrimonio. O a analizar si la estructura del mercado en España nos lleva a tener unos precios de los bienes de consumo estructuralmente más elevados que los de los países de nuestro entorno [Otra sorpresa: no sólo no es así, sino que es más bien al contrario; la cesta de la compra en España es más barata, de mejor calidad y más variada que en el resto de los países ricos europeos].

También podríamos preguntarnos por qué el consumidor sigue acudiendo cada día a esos locales en los que le roban. O cómo encaja esta queja con otras denuncias, también muy contundentes, de Podemos contra las grandes superficies, pero en sentido contrario: que hunden los precios a costa de la calidad para (1) acabar con el pequeño negocio; y (2) aprovecharse de la desproporción de fuerzas en la negociación con los productores. A los recién llegados les sonará raro, pero en los programas electorales de los morados hace unos años lo que teníamos eran propuestas para fijar precios mínimos; porque la queja entonces era que Mercadona y Carrefour nos vendían demasiado barato.

Por supuesto, en las redes, las contestaciones eran de todo tipo. Desde los que se preguntaban si los pequeños comerciantes (ya sabemos que, para la izquierda, los únicos empresarios buenos son los que no crecen) tienen precios más bajos que las grandes superficies. O si los propietarios particulares de vivienda ofrecen mejores condiciones que los fondos. O los que recuerdan los cambios en estos mercados (de la crisis aviar en lo que toca a los huevos al incremento de la población y la no construcción para la vivienda). O incluso los que animan a Montero a que se una a su compañera Belarra para abrir una cooperativa de la distribución en la que ofrezcan a su precio justo esos alimentos que Roig mantiene secuestrados a unos precios disparatados.

Pero todo esto ya implicaría entrar en un debate más complejo. Yo me quedé obsesionado con lo de los huevos a 2,15 hace apenas unos meses. Intentaba recordar cómo era ese país feliz en el que te cobraban un 30-40-50% menos por una docena. Si en tan poco tiempo hemos pasado a 3 euros, debe ser porque los empresarios y especuladores avariciosos han empezado a salir de sus guaridas; me los imagino, como en una película de serie B, de esas de zombies o extraterrestres que invaden un pueblo sin que nadie pueda detenerlos. Terrible y espantoso. Eso sí, a estos ultra-cuerpos millonarios se les ha olvidado el aceite, que está un 50% más barato que hace un año. Algo debe haber en el pasillo de los condimentos que les paraliza; ya me veo a Montero, como los cazavampiros de las novelas góticas, buscando el ingrediente secreto contra los malvados que les impide llegar a las etiquetas del virgen extra. ¿Será el vinagre? ¿La mostaza? Porque si baja el precio de un bien tan básico como el aceite debe haber una explicación casi mágica. Con lo malos que son… no puede haber otra razón.

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