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Madrid

La fiesta particular de los negocios de Chueca durante el Orgullo: "Me siento como Mariah Carey en Navidad"

Mientras la mayoría de negocios baten récords de ventas, vecinos hablan de "meadas" y noches "horribles" por el ruido.

En el barrio de Chueca, durante el Orgullo, no hay medias tintas: se trabaja más que nunca, o se huye del barrio. Las persianas suben más pronto y bajan más tarde. Las calles, aunque saturadas de gente, están vacías de su ritmo habitual. La semana grande del colectivo LGTBI convierte cada metro cuadrado del centro de la capital en un escenario donde ni los vecinos, ni los comercios —ni quienes los atienden— pueden quedarse al margen.

"Es como nuestra Navidad", cuenta un trabajador de la tienda de lencería para hombres TOF Paris. "Yo me siento como Mariah Carey en diciembre", bromea. Es su segundo MADO trabajando en la tienda y asegura que ya sabe lo que le espera: días intensos, ventas rápidas y clientes de todas partes. "Es como una Semana Santa: si Cristo cayó, yo caigo también".

La expresión no es del todo metafórica. Para muchos negocios, el Orgullo es su oportunidad de oro y como tal, se preparan para ello durante meses. En la hamburguesería Zeta, en plena Plaza de Chueca, han tenido que reforzar el personal porque "la venta no es escalonada, la gente viene en grupos y quieren que les atiendas rápido". La trabajadora reconoce que, aunque durante el día la plaza está "vacía por el calor" y por las noches el local queda en segundo plano por los controles de acceso, la semana es "muy beneficiosa para el barrio".

Desde hace varios años la fiesta ya no se concentra únicamente en la plaza de Chueca. Con la intención de evitar aglomeraciones, los conciertos, por ejemplo, se han trasladado a otros escenarios como Pedro Zerolo, plaza del Rey, Puerta del Sol y Plaza España. En esta última, el dueño del restaurante Terracota comparte la misma percepción: "Hemos reforzado los pedidos y hemos llamado a toda la plantilla, les dimos vacaciones los días de antes para que estén al 100%. Todo esto es muy positivo para las empresas y el turismo". En cuanto a las quejas de los vecinos del barrio, cree que deberían ser "un poco tolerantes", porque "por cuatro días que sea más incómodo, no pasa nada".

En el barrio, la convivencia entre quienes viven y quienes celebran no siempre es sencilla. Un vecino, también trabajador en una tienda de ropa en la misma plaza de Chueca, asegura que por la noche es "horrible": ruido, gente haciendo pis en las puertas y vómitos por la mañana. "Si hay tantos baños públicos, ¿qué hace meando un señor aquí?", se pregunta. Dice que salir del trabajo se convierte en una odisea por los cortes policiales: "Tuve que bajar hasta Banco de España porque no me dejaban pasar por mi camino habitual".

En ese contraste viven también muchos otros residentes. Una vecina "de toda la vida" de Pedro Zerolo lo tiene claro: "Me parece fenomenal la fiesta". Otra, en la misma plaza, opina todo lo contrario: "Por mí, que se vayan a Casa de Campo".

Aunque la celebración tiene estas dos caras, casi nadie duda del impacto económico que supone para Madrid. Incluso esta vecina, que reconoce que para los residentes es "una lata", admite que el Orgullo trae beneficios evidentes para los comercios. En la Pollería, un local especializado en gofres con formas de genitales, esperan estas fechas como agua de mayo "durante todo el año". "En un negocio como este, que al final es una atracción del barrio de Chueca, son días con mucha más afluencia", cuenta uno de sus dos trabajadores.

La dueña de la administración de Loterías de la Plaza de Chueca reconoce que aunque a ella no le aumenta la clientela, "viene gente de todas partes y de todas las edades, sobre todo extranjeros que no pueden celebrarlo en sus países". Ella misma añade que el Orgullo da "mucho nombre" a Madrid. En cuanto al ruido, al no instalarse ya el escenario principal frente a su local, considera es completamente soportable: "Antes me retumbaban hasta los cristales", dice, pero insiste en que "hay que ser un poco solidarios porque es una vez al año".

La realidad es que, desde hace semanas, no queda hotel ni hostal libre en los alrededores. En Room0, en plena Chueca, explican que casi todos los huéspedes son personas que han venido expresamente para el Orgullo y que hicieron sus reservas con varios meses de antelación. Sin embargo, en el Hostal Don Juan, en Pedro Zerolo, han detectado un cambio: hay cada vez más anulaciones. Según cree una de sus trabajadoras, esto se debe a que el Orgullo ya no tiene el "boom" que tenía cuando venía gente "famosilla". Nada tiene que ver con los precios, añade, "porque no han subido". Aun así, se acaba llenando. "Es un sinvivir. El año pasado me tuve que quedar a dormir en el hostal porque no podía salir de tanta gente", confiesa.

Los controles de acceso impuestos los últimos años también complican el trabajo de algunos, que aseguran que cuando "cierran la plaza, seguimos abiertos, pero ya no podemos vender más". En esta misma línea, una trabajadora de un pub de Chueca dice estar viviendo el Orgullo "fatal" porque los botellones han sustituido a los clientes en terraza: "Sobre las siete la policía coloca vallas y luego la gente se sienta a beber. Ya no es tan beneficioso como antes". En otro comercio de marroquinería con más de 70 años de trayectoria en el barrio, dicen que la clientela "no se atreve a venir por el mogollón de gente".

Con el final de la fiesta, llega también lo que para muchos es la peor parte: calles pegajosas, restos de vasos y botellas y un olor que —según varios vecinos— tarda días en desaparecer. "Yo salgo y tengo que ir esquivando meadas", resume un trabajador. "Lo peor no es la basura, es el agua con la que la arrastran porque por la mañana hay que quitar toda la mierda con cubos de amoniaco", añade la misma persona.

Aun así, la gran mayoría de vecinos y comerciantes reconocen que "por lo menos limpian más que antes" y coinciden en ver al personal de limpieza actuar "en cuanto cierran a las dos o las tres de la mañana". "El Ayuntamiento funciona muy bien. Hay muchísima basura, pero al día siguiente aquí parece que no ha pasado nada", concluye uno de los vecinos entrevistados por Libertad Digital.

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