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DURANTE LA CENA EN HONOR A BUSH

La reina Isabel II alaba el liderazgo de EEUU en la lucha contra el terrorismo mundial

La reina Isabel II alabó el liderazgo de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo mundial y recalcó la "relación especial" de ese país con el Reino Unido en el discurso que pronunció en el banquete en honor al presidente George W. Bush. La Reina subrayó que ambos países comparten "el deseo y el coraje" de convertir el mundo en un lugar "más seguro, próspero y, sobre todo, más libre".

L D (EFE) Antes de pedir un brindis a los comensales reunidos en el palacio de Buckingham, la Reina subrayó que ambos países comparten "el deseo y el coraje" de convertir el mundo en un lugar "más seguro, próspero y, sobre todo, más libre". Vestida en tonos pastel, con corona, y ataviada con sus gafas de lectura, la Reina celebró el acierto del término "relación especial" que, hace sesenta años, acuñó el primer ministro Winston Churchill. Tras loar la actuación de Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EEUU, Isabel II aseguró que su reino y la Casa Blanca "se mantienen firmes en su determinación de derrotar al terrorismo".
 
Sentado a su derecha, el presidente estadounidense asentía a sus palabras, conmovido. Después de escuchar el himno nacional británico, la Soberana le cedió la palabra para que propusiera su brindis. Bush alzó su copa por la "gran alianza" que existe entre los dos países, que en estos momentos llevan a cabo –afirmó– "una misión de libertad y democracia en Irak y Afganistán". Tras el protocolo, el presidente de Estados Unidos y su esposa, Laura, así como el resto de comensales, pudieron degustar el menú. En la misma mesa principal, presidida por Isabel II y su marido, el duque de Edimburgo, se sentaron el príncipe Carlos, heredero al trono; la princesa Ana; y el primer ministro británico, Tony Blair.
 
También comieron en ella el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell; la consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Condolezza Rice, y el arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia anglicana, Rowan Williams, entre otros. Fueron invitados al banquete, celebrado en la Sala de Baile del palacio de Buckingham, de 1856, los miembros más influyentes de la sociedad británica, que acudieron vestidos con sus mejores galas y, si era el caso, medallas y condecoraciones. Carne, pescado y cinco tipos de vino de la bodega de la Reina se incluían en el suculento menú, que fue servido por numerosos criados vestidos con sus uniformes tradicionales, en los mismos colores rojo y oro que decoraban la sala.
 
El menú, escrito en francés –idioma que usaba antaño la monarquía británica– incluyó un consomé de acedera, fletán asado con hierbas, pechuga de pollo con albahaca, patatas asadas, repollo de Savoy y ensalada. La suculenta cena fue acompañada por cinco selectos vinos, entre ellos un magnífico champán de añada –pese a que Bush, el invitado de honor, presume de no probar el alcohol– y, para postre, un helado de café con vainilla y almendra garrapiñada. El cubierto también estuvo a la altura de las circunstancias de pompa y boato: los invitados bebieron con las copas de la coronación de Isabel II (1953) y tomaron el postre en platos de porcelana china fabricados hace casi más de 250 años. La Reina y el duque de Edimburgo obsequiaron a Bush con una regla de plata grabada con el emblema real y el sello presidencial de EEUU, y a su esposa con un joyero diseñado para la ocasión por el vizconde Linley, sobrino de la Reina. 

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