El 23 de enero de 1995, mientras comían, María San Gil presenció el asesinato de su amigo y compañero Gregorio Ordóñez por parte de la banda terrorista ETA. Ya entonces, trabajaba en el Ayuntamiento de San Sebastián como miembro del Partido Popular. Una intensísima vida política, que le llevó a tomar las riendas de los populares del País Vasco y a ser máximo referente de la lucha contra los asesinos.
La ex presidenta del PP vasco publica el próximo año su biografía política, en la que narra su "experiencia política". Unas vivencias que, inevitablemente, incluyen su marcha del partido una vez constató, tras la segunda derrota electoral de Mariano Rajoy, el viraje ideológico de la dirección nacional, incompatible con su discurso.
El punto álgido llega en mayo de 2008, cuando decide desmarcarse de la ponencia política del Congreso de Valencia por "diferencias de criterio fundamentales" con sus compañeros de redacción, Alicia Sánchez Camacho y José Manuel Soria. Posteriormente, presentaría su dimisión como presidenta -cargo que ostentaría posteriormente Antonio Basagoiti- y renunciaría a su escaño en el Parlamento vasco.
En conversación con Libertad Digital, San Gil anuncia que, como no podía ser de otra forma, abordará todos estos capítulos, así como su relación con Rajoy o los integrantes de la actual dirección del PP vasco. Habrá que esperar, no obstante, a 2011, año en el que está previsto que libro vea la luz.
Una publicación, eso sí, que ya es centro de corrillos en Génova 13, donde reconocen abiertamente que la expectación es máxima. No son pocos los que cuando hablan de San Gil lo hacen no sin pesadumbre de que ya no esté en las filas del PP: "Fue una verdadera pena. Un error garrafal de Rajoy. Estoy seguro de que está completamente arrepentido", asegura un miembro de la dirección nacional.
Dirigentes de peso como Jaime Mayor Oreja o Esperanza Aguirre la elogian públicamente cada vez que tienen la oportunidad.
Sin embargo, junto a esa expectación que nadie disimula, en el entorno de Rajoy también admiten cierto temor a lo que San Gil pueda contar habida cuenta de que las formas del líder de los populares no fueron, ni mucho menos, las debidas.