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Diana Molineaux

Tortugas contra tanques

Si Saddam Hussein tiene nuevas ambiciones territoriales, podría buscar ayuda en las arenas del desierto, y no en las armas que trata de ocultar en los bunkers irakís, sino en los millones de inhóspitas hectáreas del suroeste de los Estados Unidos, cuyos sufridos residentes tienen en jaque al ejército norteamericano.

Se trata de unas criaturas lentas, cuyas edades a veces sobrepasan los 80 años y que la ciencia conoce como "gopherus agassizi" y la gente llama tortugas. Estos animales que pueblan los desiertos americanos desde Utah a California y desde Colorado hasta México, aparecen regularmente en la base militar de Fort Irwin, del desierto de Mojave, donde miles de soldados tienen un terreno ideal para maniobras de entrenamiento en condiciones extremas.

Los soldados que lucharon en el Golfo Pérsico encontraron allí un lugar adecuado para entrenarse en condiciones desérticas extremas. Las grandes extensiones deshabitadas permiten ensayar con armas de alcance cada día mayor. Cuando se abrió la base en 1981, la artillería tenía un radio de casi 20 kilómetros. Hoy es de 100.

Pero, de cuando en cuando, una tortuga sale de su escondite y siembra el pavor. Los soldados tienen órdenes de tirar sus armas y avisar a su comandante. Los tanques se paran, las marchas se detienen y la maniobra se suspende a petición de los ecologistas.

Pero no hay bastante: a pesar de todo, unas cuatro tortugas mueren accidentalmente cada año y los defensores del medio ambiente piden más. El argumento de la victoria en Irak, ante la temida "madre de todas las batallas", no les conmueve. "Esta guerra ya se ganó", dicen, y han lanzado otra guerra para impedir la ampliación de la base que los militares piden para adaptarse a las nuevas tecnologías. Y va… a paso de tortuga. El Pentágono lleva 15 años esperando.

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