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Alberto Míguez

Sonrisas y lágrimas

Al rey de Marruecos lo despidieron sus huéspedes españoles con un chorreo de créditos, reconversión de una parte de la deuda, sonrisas y lágrimas. Las lágrimas se disimularon, pero a nadie le gustó el “niet” del ministro Benaissa (Exteriores) sobre el imposible Convenio Pesquero. A cambio, los empresarios no tuvieron pelos en la lengua cuando le dijeron a Mohamed VI que la asfixiante burocracia –cuando no la corrupción- del régimen dificultaba al máximo las inversiones y los negocios en común. Que cada palo aguante su vela.

El drama diario del pueblo marroquí, acogotado por la explotación, el hambre y la opresión de oligarcas y funcionarios corruptos, algo tiene que ver sin embargo con el “malik” (rey) alauita que administra la herencia de su difunto padre, uno de los hombres más ricos del mundo en su época. Algo tiene que ver también el régimen marroquí con las mafias que envían a la muerte a personas indefensas en “pateras”, o con las redes de narcotraficantes que utilizan España como puerta de entrada del hachis (Marruecos es el primer productor mundial) sin que a nadie, aparentemente, le importe mucho en Europa.

Bien está que Mohamed VI haya aprovechado la hospitalidad española para recordar los excesos racistas y xenófobos, como los ocurridos en El Ejido –algo que escandaliza a cualquier persona medianamente sensible-. Pero sería conveniente que el joven rey y sus consejeros hicieran, de vez en cuando, un examen de conciencia y se preguntaran por las causas que empujan a miles de personas hacia la explotación, el desarraigo y, como fue el caso, el racismo.

La pregunta que ahora se hacen muchos es si después de las efusiones y los besamanos, los discursos de circunstancias y los recordatorios incómodos (el Sahara en el caso marroquí, Ceuta y Melilla para España) esta visita tan esperada habrá servido para algo y los demonios familiares no volverán a envenenar las relaciones como ha venido sucediendo en los últimos años.

Si España ofrece ayuda a Marruecos para fomentar su economía en dificultades y anima al monarca para que prosiga su tarea de liberalización y apertura, lo lógico sería que los marroquíes hicieran algún gesto en la dirección deseada: emigración ilegal, lucha contra las mafias, pesca. ¿Lo harán?

Marruecos necesita un cambio político y social con urgencia y en profundidad. Pero este cambio ¿es el que promueve desde hace un año Mohamed VI? Dadas las actuales condiciones de vida en el “amable vecino del Sur” lo menos que puede decirse es que el famoso cambio tarda en llegar.

Alguna culpa tendrá el rey por este retraso.

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