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Diana Molineaux

Una pelea con guantes

El único debate de vicepresidentes en la campaña electoral concluyó con una nota alarmante para el aspirante republicano George W Bush: su compañero Dick Cheney recibió las felicitaciones de los medios informativos, generalmente de simpatías demócratas, mientras que los analistas republicanos le criticaron por lo mismo que le alababa la prensa, que era el tono civilizado del encuentro.

El extraordinariamente cortés debate, en que ambos candidatos repitieron las posiciones presentadas hasta ahora, sorprendió por la inversión de papeles: el demócrata Joe Lieberman es conocido por su humor y por su estricta moralidad de judío ortodoxo, pero defendió el aborto y el matrimonio homosexual, lanzó una interminable serie de cifras imposibles de digerir y fue totalmente gris. Cheney, en cambio rompió los moldes, empezando por la vestimenta pues en vez de la obligada corbata roja y camisa blanca, se presentó con las dos prendas en tonos azules y, en vez de la esperada presentación tan erudita como aburrida, fue el único que hizo alguna discreta broma.

Arrancó el único aplauso del público cuando Lieberman, atribuyendo a la administración Clinton-Gore el mérito por la prosperidad, dio como prueba los millones que Cheney había ganado en la empresa privada: Cheney le aseguró que "el gobierno no tenía nada que ver con eso" y, cuando Lieberman comentó que tal vez su mujer quisiera que también él deje el gobierno, Cheney le contestó que precisamente eso es lo que Bush y él trataban de ayudarle a hacer.

Los empleados de ambas campañas se apresuraron a cantar victoria para su candidato, pero los escasos periodistas conservadores lamentaron que Cheney no aprovechara las ocasiones para atacar a Gore. Las primeras impresiones eran que Cheney "había ganado", pero la llamada de un oyente recordó lo fútil de los comentarios: "después de leer los comentarios de la prensa, todos los que hemos visto ganar a Cheney quedaremos convencidos de que ganó Lieberman".

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