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Amor por las estrellas

Pocas áreas de la divulgación son tan proclives al entusiasmo de los autores como la astronomía. Contemplar el cielo es un acto de suprema belleza que incluso a las almas más insensibles causa cierto cosquilleo. Por eso, escribir sobre él tiene un atractivo especial. Se nota en que los libros de divulgación astronómica están preñados de metáforas, de alusiones literarias, de recursos hiperbólicos para captar la atención del lector y desahogar la excitación del autor ante el tema que trata.

Malcolm Longair es maestro en estas lides. Su habilidad divulgadora, heredera de la Carl Sagan, por ejemplo, le permite torear los aspectos más duros de su especialidad científica (la astrofísica de altas energías) con la soltura de un viejo profesor. Su obra La evolución e nuestro universo es buen botón de muestra. Por cierto, que ya sólo el título deja a las claras las pretensiones del autor: ¿Nuestro? universo parece indicar que hubiera otros (cosa que no se desprenderá de los trabajos de Longair) o que es el universo tal como lo vemos nosotros, lo que dota a lo que se va a leer de cierto escepticismo sano sobre el poder de la ciencia para explicarlo todo.

Afortunadamente no se trata de otro-libro-más-sobre los primeros minutos del cosmos. Aquí se pretende reunir la claridad expositiva de Longair con una cuidadísima edición a cargo de Cambridge University Press, que hacen de la obra un material de cierto lustre lujoso. Longair sabe que se encuentra ante una de las materias que más inquietud despiertan entre los profanos: la constatación de lo poco que conoce la ciencia sobre el origen del cosmos. Por eso, juega a exponer su catálogo de espejos cercanos y lejanos, desde la naturaleza de lo que nos rodea hasta las mayores distancias de los umbrales del espacio con mucho aliño de misterio.

Una lectura reposada, o un uso de la obra como material de consulta, revelarán en el libro un contenido de alto nivel científico, capaz de satisfacer a los ya iniciados. Los más legos podrán dejarse impresionar por la habilidad retórica de Longair cuando advierte que los científicos del cosmos son como los borrachos que buscan una llave perdida debajo de una farola porque ahí es donde hay luz (la astronomía sólo puede indagar sobre la parcela detectable del espacio); o cuando cuenta cómo un capellán anglicano le reconoce que quizás nunca se supo cómo nació el universo ?pero jamás dejaremos de maravillarnos por la belleza de su construcción?.

De un libro de astronomía siempre se espera cierta concesión a la poesía, a la fe, a la bella especulación? En su justa medida, como en éste.

Malcolm Longair, La evolución de nuestro universo, Cambridge University Press, 185 páginas.

En Tecnociencia

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