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Víctor Cheretski

Un país contaminado

Los ríos siberianos Romashka y Tom son los más contaminados del planeta. Así, por lo menos, lo aseguran, en un informe hecho público recientemente, destacados científicos rusos y estadounidenses. Los dos ríos atraviesan la zona del Complejo Químico Siberiano (CQS), un centro nuclear ubicado en la ciudad de Séversk, en Siberia Occidental. Esta urbe de más de 100.000 habitantes es conocida en Occidente como Tomsk-7. Hace unos diez años el CQS, primera planta nuclear soviética, construida a finales de los años cuarenta, contaba con cinco reactores para producir plutonio militar. Según fuentes oficiales rusas, hoy en día funcionan sólo dos reactores que producen unicamente energía eléctrica.

No obstante, los expertos estadounidenses del prestigioso “Government Accountability Project” aseguran que la producción de energía eléctrica no puede contaminar tanto y sospechan que el Complejo, inaccesible a los forasteros, sigue produciendo plutonio. Por ejemplo, los peces del Romashka son 20 veces más radioactivos que las mismas especies en cualquier otro río. Las plantas recogidas en las orillas tienen una concentración de estroncio-90 treinta veces superior a la de plantas normales. El nivel de fósforo-32 es también impresionante. Se sospecha que el CQS vierte los residuos de su producción directamente al río.

Según el profesor estadounidense Chris Chendler, hay gran peligro para casi un millón de personas. Séversk está a pocos kilómetros de la capital provincial de Tomsk, con 500.000 habitantes. Además, la población de las aldeas cercanas bebe agua de los dos ríos, mientras que los peces radioactivos son parte de su dieta. Sus vacas y otros animales domésticos pastan en las orillas contaminadas de estos ríos.

Los científicos proponen parar inmediatamente la producción en este centro nuclear. Pero, al parecer, los datos recogidos preocupan más a los americanos que a las autoridades rusas. Por lo menos, hasta el momento, no se conoce ninguna reacción de su parte.

Los ríos de Séversk no son una excepción. En los Urales, por ejemplo, hay otra zona que se considera como una de las más contaminadas del mundo. Es la tristemente célebre planta nuclear de “Mayak”, centro de todo tipo de experimentos atómicos soviéticos. Aquí se produjeron dos catástrofes nucleares, en los años 1957 y 1987. Los bosques y los lagos alrededor de aquella planta están tan contaminados que las autoridades tuvieron que vallarlos. Toda la zona está considerada de máximo peligro para cualquier ser vivo: no hay ni animales, ni pajaros. Y la población local tiene un alto porcentaje de enfermos de cáncer. En general, la esperanza de vida es más baja que en el resto del país y no pasa de 50 años.

Mientras tanto, las autoridades rusas no piensan poner fin a sus experimentos peligrosos. Todo lo contrario. Ahora planifican construir, también en Siberia, el centro más grande del mundo para reciclaje de residuos nucleares, especialmente extranjeros. Desean anular la ley que prohibe la importación de residuos nucleares, ya que pretenden obtener más de 20.000 millones de dólares con este negocio.

El gobierno, en busca de apoyo popular para sus planes, dice que con este dinero se podrán solucionar muchos problemas sociales que padece Rusia. Pero se sospecha que el destino de este dinero será el de siempre: las cuentas privadas de funcionarios corruptos o chalets y objetos de lujo para la mafia.

Mientras tanto, los ecologistas que se oponen a este plan han reunido más dos millones de firmas con el fin de pedir la convocatoria de un referéndum sobre el asunto. Consideran que es un gran peligro concentrar tantos residuos nucleares –unas 20.000 toneladas- en Rusia. Ahí no se conocen tecnologías modernas de reciclaje, no hay orden, ni controles suficientes. ¿Quien podrá garantizar en estas circunstancias, por ejemplo, que las instalaciones para almacenar los residuos estarán bien construidas? En un país donde cada día hay una catástrofe -o cae un avión, o se hunde un submarino, o arde la torre de la televisión- nadie puede garantizar nada.

Es de recordar también que los dos organismos estatales -la Agencia de Proteccion de Medio Ambiente y el Servicio Forestal Estatal- que antes se dedicaban a proteger la naturaleza, ya no existen. Los abolieron por falta de financiación. Así que no hay medios, pero sobre todo lo que falta es la voluntad para proteger el ambiente.

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