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Víctor Cheretski

Rusia-Irán: una alianza peligrosa

Es evidente que la política exterior rusa es cada día más nacionalista y agresiva. Ya no le importa al Kremlin la opinión de Occidente. El tono que utiliza se parece más al de los tiempos de la guerra fría. Las tímidas voces en defensa de los derechos humanos en Chechenia son consideradas como “injerencia” en los asuntos internos. Las sugerencias sobre el peligro de vender armas a los regímenes dudosos son rechazadas con rabia y desprecio.

El presidente Putin saca de este comercio un doble beneficio: económico y político. El aparato propagandístico kremliniano no para: el presidente, dicen, devuelve la grandeza a Rusia desafiando a los occidentales.

Una de las visitas más importantes que realizó Sergueyev durante su estancia en Irán fue a una fábrica de misiles. Según el diario moscovita “Strana.Ru”, el Kremlin está dispuesto a entregar su tecnología para modernizar los cohetes iraníes. Con la ayuda de Rusia, Irán ya produce los sistemas anti-tanque “Konkurs”, con alcance de unos cuatro kilómetros. Se sospecha de que los rusos pretenden vender a los ayatolás sus modernísimas instalaciones anti-aéreas C-300, que no tienen análogo en el mundo.

No hay que ser ningún profeta para suponer que estas armas peligrosas pueden caer un día, por ejemplo, en las manos del grupo integrista Hezbolá, punta de lanza iraní en su deseo de acabar con Israel. Y, mientras Washington acusa a Teherán de apoyar al terrorismo internacional, Moscú, muy seria –y no es ninguna inocentada- declara que Irán es un abnegado luchador contra el terrorismo, ya que comparte su odio hacia los talibanes afganos.

Lo dicho: no es ninguna broma pesada. Es una alianza peligrosa.

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