Los liderazgos de Vicente Fox y Hugo Chávez representan dos opciones fundamentalmente antagónicas para la América Latina. De un lado, Fox mira hacia el futuro, deslastrado de los dogmas y complejos del pasado populista y antiyanqui típicos de toda una época en nuestra historia. De otro lado, Chávez intenta retornar al pasado, reivindicando todos los prejuicios del izquierdismo latinoamericano y presentando la revolución cubana como una alternativa válida para su país y el resto de la región. Se trata de dos perspectivas radicalmente opuestas, en torno a las cuales podría definirse en no poca medida el porvenir de nuestros pueblos en esta primera etapa de un nuevo siglo.
Las diferencias se plantean de manera inequívoca en el terreno político interno, en la proyección internacional, en las concepciones económicas y en lo que podríamos llamar el "espíritu de gobierno" de ambos mandatarios. Para empezar, en lo que toca a la cuestión interna, Fox es un Jefe de Estado de clara postura democrática, que está demostrando su disposición a gobernar con amplitud, bajo la ley, y con respeto a las normas de una convivencia civilizada. Chávez, por el contrario, ha puesto de manifiesto una inequívoca vocación de concentración y monopolización del poder en sus propias manos, subordinando a su voluntad el resto de los poderes públicos y lesionando severamente su equilibrio.
En materia económica la distancia entre ambos mandatarios es casi sideral. Fox viene de un exitoso ejercicio gerencial al frente de una importante empresa transnacional; tiene, por tanto, una sólida cultura empresarial en el marco del capitalismo y la competencia, y entiende lo que significa el contexto globalizado de las actuales relaciones económicas internacionales. Chávez, por otra parte, viene de la izquierda; su horizonte mental se ubica en los contornos del marxismo, el guevarismo y el rechazo a la empresa privada. Para Chávez, poco significado tiene el estrepitoso fracaso de los experimentos socialistas; su mesianismo le indica que, en su caso, las cosas sí funcionarán.
Ni hablar de la proyección internacional de ambos mandatarios. Chávez se ha ocupado de buscar alianzas con Castro, Gadaffy y Saddam Hussein, de coquetear con la guerrilla colombiana, de procurar la libertad del terrorista venezolano conocido como "El Chacal", de votar en contra de Israel en la ONU, y de desplegar una línea sistemática de oposición a Washington, en busca de una ilusoria "multipolaridad" tras la que en realidad se esconden los prejuicios antinorteamericanos de siempre. Fox, por el contrario, parece haberse despojado en lo personal de ese terrible lastre de complejos latinoamericanos frente a los Estados Unidos, y pareciera que, en general, México avanza hacia adelante con base a un nacionalismo sano y desprovisto de pequeñeces.
Por último, hay que señalar la profunda diferencia en los estilos y actitudes de ambos gobernantes. Dentro de la inevitable polémica política, Fox es un líder de unidad y reconciliación nacional, que parece dispuesto a actuar con base a una visión plural y no excluyente. Chávez, en cambio, hace de la pugnacidad, las divisiones, las injurias y la controversia su moneda de uso diario. En menos de dos años al frente del rumbo venezolano, el militar y ex golpista se ha peleado con la Iglesia, los medios de comunicación, los empresarios, los sindicatos, varios gremios de importancia como los médicos, para no hablar de su constante y abusiva ofensiva verbal contra todo el que se atreva a cuestionarle, por el motivo que sea.
Estamos, en síntesis, en presencia de ejemplos antagónicos acerca de cómo debe marchar América Latina hacia adelante. Fox representa un esfuerzo de modernización; Chávez, otro intento más de retroceder en función de los bien conocidos anacronismos de la izquierda latinoamericana. ¿Quién tendrá éxito? De la respuesta a esa interrogante dependerá, al menos en parte, el destino de la región los años venideros.
© AIPE
Aníbal Romero es profesor de ciencia política en la Universidad Simón Bolívar de Caracas.
Dos opciones para América Latina
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