El submarino inglés, las vacas locas, la dudosa interpretación de una ley, la incapacidad de reacción ante el grave problema de la inmigración; demasiados asuntos en los que parece que nadie se pone de acuerdo y en los que es difícil sustraerse a la sospecha de una falta de autoridad científica, médica o jurídica. Se buscan responsabilidades en los ministerios de Defensa, Agricultura, Justicia o Sanidad pero nadie mira hacia el Ministerio de Educación.
Cuando en política las cosas se ponen serias, educación es una “maría” y lo es porque la cosecha educativa se recoge muchos años después de la siembra, porque hay que esperar a que los niños se hagan hombres para poder juzgar los resultados de un sistema de enseñanza.
Pero cuando las cosas se hacen mal por ignorancia o por incompetencia no hay más remedio que pensar en la mala formación, o en la falta de preparación, de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de tomar decisiones. Resulta que de la formación de los individuos son bastante responsables los innumerables ministerios de educación que han pasado por Alcalá 34 desde hace muchos años.
Se celebran los cien años del Ministerio de Instrucción Pública en España, buena ocasión para ser críticos y recorrer con honestidad los pasos que se han ido dando, las decisiones que se han ido tomando a lo largo de la existencia de un ministerio que, aunque pocos se lo crean, es clave para el buen funcionamiento de una sociedad.

¿Mala voluntad o incompetencia?

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