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Martín Krause

Políticos jugando con fuego

Cuando se trata de conseguir ventajas políticas toda oportunidad es buena, no necesariamente para la paz y la tranquilidad de los ciudadanos sino para las carreras de los mismos políticos. En la Argentina, los políticos cumplen al pie de la letra las enseñanzas de la escuela económica de la Elección Pública, en el sentido de perseguir sus propios intereses, los cuales a menudo son enteramente opuestos a los intereses de los ciudadanos que los eligieron.

¿Por qué pueden hacerlo? Resulta que el “mercado político” es un mercado regulado, cerrado y con restringida competencia. Esto permite que los políticos puedan atender sus propios intereses y dejar de lado los intereses de los votantes.

Esto viene a cuenta de sucesos que muestran a algunos tratando de imponer sus propias ideas y preferencias políticas, sin tomar en cuenta el daño que hacen a las instituciones y a las perspectivas económicas futuras. La Argentina tiene la oportunidad de salir de una prolongada recesión gracias al “blindaje” de los organismos internacionales y en este preciso momento es cuando algunos se ponen a “hacer política” y amenazan con tirar por la borda la incipiente oportunidad.

Se relaciona esto con un caso de reciente repercusión pública. Un Comité del Senado de Estados Unidos, analizando el “lavado de dinero” proveniente del narcotráfico y la corrupción política, está investigando fuertes sumas de dinero que han pasado por bancos locales e internacionales de la Argentina. Ante este hecho se generan dudas acerca de la acción del presidente del Banco Central, sobre todo si hubo negligencia o culpabilidad en no advertir tal circunstancia o si simplemente no era información que tuviera disponible.

Es necesaria una investigación para determinar las responsabilidades del caso. Pero entonces algunos políticos se abalanzan a pedir la renuncia del presidente del Banco Central, no porque tengan algún dato concreto sobre la denuncia sino simplemente porque se oponen al sistema monetario en vigencia.

El ex presidente Raúl Alfonsín declaró que el presidente del Banco Central es su enemigo por haberse manifestado a favor de la dolarización; también lo dijo el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, por no haber reducido las tasas de interés para aliviar la recesión. A ellos se suma un coro de entidades que ven una buena oportunidad para volver a los tiempos de las tasas subsidiadas y los redescuentos especiales para ciertos sectores.

Además, se generan dudas respecto a la estabilidad de las instituciones argentinas y no es de extrañar que los inversores locales y externos quieran demorar sus inversiones hasta que la situación se aclare. Así, la incipiente recuperación comienza a tambalear.

El conjunto de las críticas políticas puede resumirse claramente en un punto: los críticos quisieran que el Banco Central volviera a tener la potestad de llevar a cabo “política monetaria” y que fuera, además, dependiente de la autoridad política. Cabe recordar que la irresponsabilidad de sucesivos gobiernos argentinos manipulando el valor de la moneda fue lo que sumió a la Argentina en la hiperinflación en 1989, precisamente de la mano de Raúl Alfonsín.

Éste sabe muy bien que si el país se dolarizara sería luego muy difícil volver atrás y tratar de imponer una moneda local, con la posibilidad de manipular su valor. El gobernador Ruckauf parece estar también motivado por una revancha política, por haber señalado la autoridad monetaria el mal manejo del banco provincial que ese gobierno posee.

Por supuesto que si llega a probarse culpa u omisión será la hora final del presidente del banco, y esto no generaría dudas ni conflictos económicos, pero cuando se aprovechan estas causas para volver al pasado, los argentinos tiemblan... y los mercados también.

© AIPE

Martín Krause es corresponsal en Buenos Aires de la agencia de prensa AIPE.

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