Menú
Julio Cirino

Afganistán y el precio de la heroína

Parece haber coincidencias en el pronóstico: el precio de la heroína sube y, junto con él, aumenta la violencia fruto de los reacomodamientos entre las mafias que la producen.

El pasado 22 de febrero, el gobierno de Afganistán anunció el éxito de la campaña de erradicación del cultivo de la amapola en los territorios controlados por los talibanes. La información proveniente de las Naciones Unidas parece confirmar la veracidad de la información.

Durante el año 2000, Afganistán produjo algo mas de 3.000 toneladas de opio, su principal fuente de divisas después de 20 años de guerra civil. Sin embargo, ese mismo año, un decreto religioso dado por el máximo líder islámico del país: Mulla Mohammad Omar declaró la producción de la amapola opiácea como “anti-islámica".

Dos factores parecen haber influido en esta drástica resolución. Por una parte la consolidación del financiamiento del gobierno afgano con el dinero proveniente del petróleo de los Emiratos Árabes y Arabia Saudita, países en los que el narcotráfico es penado con la decapitación pública, que no consideraban congruente que un país “islámico” produjera heroína. En segundo término, porque el gobierno de los Talibanes necesita con urgencia de algún tipo de legitimación internacional que le permita esperar inversiones en el futuro, o al menos recuperar la ayuda internacional que recibía.

Claro que otro factor que deberá considerarse en el futuro es si esta medida no aumentará la influencia que Pakistán puede ejercer sobre los talibanes en la medida en que sus necesidades de financiación y armas aumenten; por más que poco podrán esperar en términos de cash del ya empobrecido Pakistán.

Desde la perspectiva del narcotráfico, esas 3,000 toneladas anuales que no entrarán en el mercado, y que significan nada menos que el 75% de la producción mundial, implicarán, en el corto plazo, que el precio suba, así como que otros productores procurarán llenar el vacío. Existen sólo dos lugares donde la producción puede aumentarse substancialmente. El primero es el área fronteriza entre Myanmar y Tailandia. El segundo es Colombia, donde las plantaciones de amapola cuentan con la protección de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y de los grupos paramilitares.

Estos cambios en el “mercado” traerán sin duda más violencia y corrupción, en la medida que requerirán nuevos laboratorios y el desarrollo de rutas alternativas para alimentar la demanda. Un aumento en la producción de heroína colombiana no sólo pondría en mayores dudas la eficacia de la campaña de fumigación aérea, sino que traería aparejado un incremento substantivo de los ingresos por parte de los grupos involucrados, lo que a su vez actuará como un desincentivo para llegar a acuerdos de paz realistas que implicaran la erradicación de cultivos ilícitos en áreas que actualmente el gobierno no puede controlar.

En los últimos días, dos helicópteros (un viejo UH-1H y un black hawk) fueron atacados al intervenir en tareas de apoyo a la fumigación en zonas controladas por las FARC. El UH fue completamente destruido.

Los incidentes en el área fronteriza Tailandia—Myanmar aumentan exponencialmente y en nuestro hemisferio el volumen de precursores químicos que recorre las rutas del río Amazonas en procura de Colombia es cada vez mayor, lo que hace suponer que Brasil no podrá substraerse por mucho tiempo más a un problema que, por el momento, prefiere no ver en toda su magnitud.

En Internacional

    0
    comentarios