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Diana Molineaux

En busca de un intérprete

El presidente Bush recibe “buenas notas”, por su manera de afrontar la crisis con la China, pero la aprobación generalizada puede girar en cualquier momento en una censura por su gestión si la escalada verbal de Pekín continúa y los 24 tripulantes no regresan.

Después de dos apariciones en dos días consecutivos, pidiendo a la China que devuelva el avión siniestrado y su tripulación, además de advertir del riesgo que las tensiones representan para el futuro de las relaciones bilaterales, Bush ha dejado el campo a sus funcionarios, que han bajado el tono al nivel más conciliador que les es posible.

La teoría es que el gobierno chino se enfrenta al fuerte nacionalismo de su población y no puede ceder a presiones públicas de Washington, así que es mejor evitar enfrentamientos y amenazas. La teoría puede ser acertada, pero pudiera ser que los chinos se crean de verdad lo que dicen pues, a pesar de sus embajadas y consulados en todo el mundo y de sus millardos en ventas a los países occidentales, Pekín no comprende cómo funciona el mundo democrático y, específicamente, los Estados Unidos.

Las palabras traducidas no son suficientes para interpretar mentalidades, como demuestran algunos comentarios de funcionarios chinos. Lamentan que Washington no haya mantenido el incidente en secreto –algo a todas luces imposible en un país de información libre– y preguntan si lo han divulgado para que no puedan “salvar la cara”.

Tal vez la China tampoco comprenda que aquí, en Washington, su posición puede provocar un debate interno que endurezca las relaciones como no quiere ni uno ni otro país. La moderación de la Cancillería no puede acallar las voces de los militares retirados que presentan el accidente como una clara agresión china en el espacio aéreo internacional, o de los legisladores que ya han empezado a calificar de “rehenes” a los tripulantes retenidos.

Sugieren represalias como retirar embajadores, suspender el viaje de Bush a la China, bloquear su ingreso definitivo en la Organización Mundial de Comercio o vender armas a Taiwan. Un paralelo con la guerra fría que los chinos quizá se sientan más fuertes y apercibidos que los rusos para ganarla.

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