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Kohl, ¿rufián o señor?

Cual víctima de una conspiración desmedida, el ex canciller Kohl está luchando contra viento y marea por el reconocimiento de que no es el rufián que aparenta. Esta semana ha visitado la refinería Leuna de la antigua Alemania Oriental aprovechando el viaje para desmentir las acusaciones de soborno que pesan contra él y su partido y denunciar que es objeto de una campaña destinada a desacreditar su persona y sus logros políticos.

Su necesidad de justificarse surge del reciente revuelo provocado por las declaraciones de un antiguo miembro de la directiva del consorcio francés Elf Aquitaine, que afirma que su grupo pagó 76 millones de marcos a la CDU en concepto de “financiación política”. Unos milloncetes que se colaron por conductos oscuros destinados en realidad a asegurarse la adjudicación de la compra de Leuna y la obtención de 2.000 millones de marcos en subvenciones para la reforma de la refinería.

¿Por qué justa causa el “bonachón” de Kohl se embolsó 76 millones de marcos para la CDU y los ocultó del fisco alemán en una cuenta opaca en Suiza? Es la gran incógnita de este melodrama cristianodemócrata. La autocompasión que emanaba del discurso que pronunció Kohl en Leuna empañó de lágrimas los ojos de los presentes. Pero sólo hay dos respuestas que se excluyen para explicar la sucesión de escándalos en torno a la financiación ilegal de la CDU: o el que fuera jefe del Ejecutivo alemán durante 16 años es más ingenuo de lo que nos consta, y desconocía que dirigía a una banda de corruptos impíos, o miente como un bellaco. El tiempo dirá.

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