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José Luis Sardón

¿Siempre pierde la derecha?

Algunos analistas han señalado que el fracaso electoral de Lourdes Flores confirma que el electorado peruano no apoya a la derecha. Para sustentarlo señalan que en 1956 fue derrotado Hernando de Lavalle; en 1963 Manuel A. Odría; en 1980 Luis Bedoya Reyes; en 1985 Luis Bedoya Reyes nuevamente y en 1990 Mario Vargas Llosa.

Ahora bien, aunque hay un germen de verdad allí, está lejos de ser fundamentalmente cierto. Para empezar, Lourdes Flores no es “de derecha”. Su filiación ideológica es un socialcristianismo pre-Centessimus Annus. Su liberalismo es tibio. Quizás sea más conservadora que liberal. Hasta es discutible que Lourdes Flores fuese más de derecha que los otros candidatos presidenciales importantes, Alejandro Toledo y Alan García. Pero sí fue intelectualmente más seria que estos dos.

Lo mismo puede decirse de, por lo menos, tres de las otras elecciones presidenciales. En 1956, perdió de Lavalle, pero ganó Manuel Prado; en 1980, perdió Bedoya Reyes, pero ganó Fernando Belaúnde; en 1990, perdió Vargas Llosa, pero ganó Alberto Fujimori. En estos casos, también es discutible quién era más de derecha.

No creo, pues, que existe un patrón en lo que a “izquierdas” y “derechas” se refiere. Sin embargo, sí creo que puede identificarse un patrón de conducta en el electorado peruano; éste no es totalmente errático, como algunos comentaristas amargados se han apresurado a señalar.

¿Cuál es ese patrón de conducta? Aquí no siempre ganan los candidatos de izquierda sino los que son mejores comunicadores. La seriedad intelectual también cuenta, pero no es prioritario.

No sé si Hernando de Lavalle era más derechista que Manuel Prado, pero sí era más serio, intelectualmente hablando. Sin duda, lo mismo puede decirse de Luis Bedoya Reyes con relación a Fernando Belaunde o de Mario Vargas Llosa con relación a Alberto Fujimori. En términos intelectuales, los derrotados eran más serios, pero peores comunicadores. Es algo extremadamente difícil ser, al mismo tiempo, un pensador profundo y un gran comunicador.

El intelectual serio está demasiado lleno de dudas porque, como decía Octavio Paz, “pensar es dudar”. Para efectos de la comunicación, esto es un problema. Para comunicar un mensaje, resulta indispensable no dudar, no matizar mucho una idea, sino pintar con brocha gorda.

Lourdes Flores debió simplificar su mensaje, concentrándose en una sola idea. ¿Cuál? En la misma en la que se centró Manuel Pardo, fundador del Partido Civil, líder histórico de la derecha peruana: la Verdad. Así como Alejandro Toledo asoció su nombre con “Trabajo”. Luego de las mentiras de Fujimori, si algo quería el país era que se le dijera la Verdad. Por su trayectoria personal, además, Lourdes tenía derecho a plantear esa asociación.

En la campaña de 1990, Vargas Llosa sí logró concentrarse en una sola idea –la de la Libertad– además, lo hizo con apasionamiento. Sin embargo, su problema era la afectación de la envoltura: demasiado trabajada y pulida, terminaba pareciendo poco auténtica, aunque sí lo fuese.

Hernando de Lavalle, Luis Bedoya Reyes, Mario Vargas Llosa y Lourdes Flores fueron derrotados en las urnas no tanto por ser derechistas sino por ser intelectuales. Demasiado fríos, categóricos y cerebrales; resultaban para el elector personalidades lejanas, admirables, pero no entrañables.

¿Tiene algo que ver la pobreza sentimental con el derechismo? Más o menos. Es cierto que en todo el mundo existe una tendencia, entre los líderes favorables al mercado, a tener personalidades frías. El más liberal de los presidentes de Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX fue Calvin Coolidge, a quien le decían “Cool Cal”.

Sin embargo, este vínculo no es inevitable. También se han tenido grandes líderes derechistas dotados de personalidades cálidas. El más liberal de los presidentes de Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX fue Ronald Reagan, a quien le decían “el gran comunicador”.

El problema no es ser, pues, de derecha. El problema es ser intelectual, es decir, quisquilloso, dubitativo y difícil. Lourdes Flores, con su gramática perfecta y su lógica demoledora, resultó, sin embargo, desaprobada en “inteligencia emocional”.

Pero esto no es una combinación imposible: allí están nuestros dos grandes líderes republicanos, Ramón Castilla y Manuel Pardo, quienes combinaron una poderosa inteligencia con un cálido corazón. Sólo un liderazgo semejante –que combine ideas favorables al mercado con emoción social– nos llevará a los peruanos al anhelado desarrollo.

© AIPE

José Luis Sardón es profesor de la Facultad de Derecho de la UPC de Lima .

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