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Diana Molineaux

¿La ultima palabra?

Los enemigos de la pena de muerte han tenido un consuelo en la ejecución de Timothy McVeigh, el terrorista de 33 años que en 1995 causó la muerte de 168 personas en Oklahoma. Los familiares de las víctimas no se sienten aliviados y algunos hasta dicen que McVeigh tuvo la última palabra, no porque la pronunciara, sino por la actitud desafiante con que murió.

Era efectivamente desafiante, no solo por la mirada fría que posó en cada uno de los testigos que le miraban a través de los cristales o por los ojos fijos en la cámara que transmitía la ejecución a Oklahoma por circuito cerrado de televisión, sino por el mensaje escrito que dio al director de la prisión, en que escogió las palabras del poeta inglés William Ernst Henley en el poema "invicto": "soy el amo de mi destino. Soy el capitán de mi alma".

Si este desafío podría ser la autodefensa ante el miedo que naturalmente debía sentir, lo cierto es que McVeigh ha conseguido castigar al gobierno al que tanto odió dejando tras él un nuevo debate en torno a la pena de muerte. Además, ha conseguido una atención desmedida a su personalidad y a su cruzada para desprestigiar al gobierno federal, aún a costa de las vidas de sus conciudadanos.

Uno de los abogados de McVeigh aprovecho la atención del país, sometido a la agobiante cobertura de todos los medios informativos, para hacer un alegato contra la pena de muerte en el que trató de presentar una imagen positiva del "sargento Tim, condecorado por su valor y que luchó defendiendo a su país y sus compañeros". Irónicamente, el hombre que considera las muertes de 168 personas un "daño colateral", inevitable en la guerra justa contra el gobierno, se opone a la pena de muerte porque "la vida es sagrada".

Es un argumento que no convencerá a muchos aquí, porque las encuestas indican que el 69% de la población estaba a favor de la ejecución de McVeigh, pero permite al abogado atizar los fácilmente inflamables odios raciales, al decir que hay discriminación en la pena de muerte, pues la mayoría de los condenados son negros. Por mucho que McVeigh fuera blanco y rubicundo, habrá muchos compañeros de viaje en las críticas contra el funcionamiento del gobierno y que, indirectamente, seguirán su cruzada contra las instituciones gubernamentales.

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