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Ted Galen Carpenter

Fracaso en la guerra contra las drogas

El eje de la campaña de Washington en reducir la oferta de drogas es su apoyo al Plan Colombia. Pero los hechos demuestran que ese plan del gobierno colombiano es un total desperdicio de tiempo y dinero.

Washington está gastando 1.300 millones de dólares en el Plan Colombia, casi todo en ayuda militar. Los boinas verdes están entrenando a batallones antidrogas y con dinero de Estados Unidos Colombia ha estado comprando helicópteros Halcón Negro y otros equipos de combate, mientras que empleados bajo contrato del Departamento de Estado efectúan peligrosos vuelos de fumigación para erradicar las plantaciones de drogas.

Los objetivos del plan son muy ambiciosos. Desde diciembre, más de 30 mil hectáreas de plantaciones han sido fumigadas con un herbicida. Datos obtenidos por satélite indican que hay unas 136 mil hectáreas dedicadas al cultivo de coca en Colombia. Funcionarios del gobierno colombiano expresan la esperanza de que con esa campaña de erradicación se reducirán en 50% los cultivos para el año 2002.

Pero nuevas evidencias indican que los alegatos de éxito del Plan Colombia son errados e irrelevantes. Al mismo tiempo que el presidente Andrés Pastrana alardeaba de sus logros, se filtraba información sobre una investigación de las Naciones Unidas mostrando que las áreas bajo cultivo son aún mayores.

Peor todavía, las estimaciones que fijan en 580 toneladas al año la producción de cocaína colombiana, de un total mundial de 780 toneladas, parecen muy bajas. Un nuevo estudio concluye que la producción colombiana de cocaína está entre 800 y 900 toneladas al año.

La DEA involuntariamente ha ofrecido otra evidencia adicional sobre la inutilidad del Plan Colombia. Donnie Marshall, director de la DEA, admite que el precio de la cocaína en las calles de las ciudades de Estados Unidos se mantiene igual desde antes del inicio de la vigorosa campaña de erradicación. De haber sido exitosos tales esfuerzos, se hubieran reducido las exportaciones a Estados Unidos y hubiera aumentado el precio en la calle. Que eso no ha sucedido significa que el Plan Colombia no ha tenido ningún impacto.

Lo que sí ha logrado el Plan Colombia es aumentar la animosidad de los campesinos colombianos contra el gobierno de Pastrana e, indirectamente, contra Estados Unidos. Uno de los aspectos más lamentables de las fumigaciones aéreas es que también ha destruido miles de hectáreas de cultivos legales. Eso amenaza el sustento del campesinado colombiano y le abre las puertas a una posible hambruna.

La indignación pública contra el gobierno de Pastrana crece de manera alarmante. Cuando Pastrana recientemente viajó al interior para informar sobre los aspectos de desarrollo económico incluidos en el Plan Colombia, fue recibido en todas partes por manifestaciones de protesta; algunos gritaban que Pastrana es un “sirviente de los gringos”.

Pastrana se enfrenta a una guerra interna que dura tres décadas. Lo último que debiera hacer Bogotá es seguirle el juego a Washington en otra guerra contra su propia gente. Eso simplemente aumenta la popularidad de los guerrilleros y de las autodefensas. Dada la larga historia de resentimientos contra Estados Unidos en América Latina, el resurgimiento de esas actitudes en Colombia es alarmante. Estamos viendo la reaparición de la paranoia respecto al imperialismo y ello puede tener ramificaciones negativas.

El Plan Colombia es incapaz de alcanzar los objetivos que se ha trazado, mientras produce una serie de efectos secundarios indeseables. La terrible realidad es que mientras las drogas sean ilegales habrá un inmenso mercado negro tan lucrativo que siempre atraerá a participantes. El Plan Colombia no es capaz de revocar las leyes de la oferta y la demanda. E intentándolo, Estados Unidos está produciendo más miseria en Colombia.

© AIPE


Ted Galen Carpenter es vicepresidente de estudios de defensa y política exterior del Cato Institute.

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