El narcotráfico se ha disparado en México. Hace apenas dos años, el jefe de la DEA, Thomas Constantine, informó al Congreso que el poder de los narcotraficantes mexicanos había crecido en los últimos cinco años y que la corrupción no tenía paralelo.
La situación sólo ha empeorado desde entonces. Como suele suceder en los mercados negros extraordinariamente lucrativos, el creciente volumen de narcotráfico ha estado acompañado de una escalada de corrupción y violencia. En varios aspectos México comienza a parecerse a la Colombia de hace una década y los mismos mexicanos hablan de una tendencia hacia la ‘colombianización’. Es cierto que México no confronta el tipo de insurgencia que aflige a Colombia, pero las similitudes de los dos países son mayores que las diferencias.
La política de Estados Unidos asume que si el gobierno mexicano logra eliminar a sus capos de la droga, el narcotráfico se derrumbará y se reducirá el flujo de drogas hacia Estados Unidos. Por eso los funcionarios americanos celebraron la reciente captura de Benjamín Arellano Felix, el líder de la más poderosa y violenta mafia de la droga mexicana, como también la aparente muerte de su hermano.
El problema es que la experiencia colombiana nos indica que acabar con los carteles, como pasó con el cartel de Medellín y el de Cali en los años 90, no significa el fin del narcotráfico, sólo su descentralización. En Colombia hoy, en lugar de operar dos grandes carteles, funcionan 300 grupos más pequeños, menos coordinados y más difíciles de combatir.
La captura y muerte de diferentes capos de la droga en Colombia y México en años recientes no ha impactado significativamente la cantidad de droga que llega a Estados Unidos. Cortarle una cabeza al Hidra del narcotráfico sólo resulta en la aparición de varias otras cabezas que rápidamente ocupan su lugar.
La más preocupante similitud del caso mexicano con el colombiano es la creciente violencia. Ya no sólo ocurren muertes en el negocio de la cocaína y la heroína, lo mismo está sucediendo en el comercio de marihuana, donde tradicionalmente había muy poca violencia. Las peores masacres ocurridas en los últimos tres años en México han tenido que ver con el tráfico de marihuana.
México todavía puede evitar seguir los mismos pasos de Colombia, pero queda poco tiempo. Si Washington continúa su fracasada estrategia de prohibición, la violencia y la corrupción que han convulsionado a Colombia se repetirán en México. Ya el narcotráfico ha penetrado profundamente a la sociedad y a la economía mexicana. La cruel realidad de la prohibición es que convierte el comercio en una actividad subterránea, creando inmensos potenciales de ganancias que atrae a terroristas y demás elementos indeseables y violentos.
Los funcionarios en Estados Unidos deben considerar si van a querer arriesgarse con ‘otra Colombia’ como vecino. Si no lo quieren, el gobierno de Bush tiene que cambiar su política sobre las drogas a toda velocidad.
© AIPE
Ted Galen Carpenter es vicepresidente para estudios de defensa y política exterior del Cato Institute..
Este artículo, junto a otros artículos de Carlos Alberto Montaner o Gene Healey se publican en La Revista de América de Libertad Digital. Si desea leer más, pulse AQUÍ
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