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Ted Galen Carpenter

Con Arabia Saudí no necesitamos enemigos

Un aspecto vergonzoso de la política exterior de Estados Unidos durante la Guerra Fría fue el acercamiento a regímenes corruptos y represivos sólo porque estos eran hostiles a la Unión Soviética. Esa práctica ya no es común, pero continuamos teniendo estrechas relaciones con Arabia Saudí.
           
Arabia Saudita es un estado totalitario, donde no hay elecciones libres ni libertad de expresión. La intolerancia religiosa ha sido institucionalizada hasta el punto que se aplica la pena de muerte a quienes renuncian la fe musulmana. La familia real domina enteramente la vida política y económica de la nación. Pero lo peor de todo es el bárbaro tratamiento dado a las mujeres. Hace poco, la policía religiosa le impidió a un grupo de mujeres jóvenes escapar de un edificio en llamas porque no estaban apropiadamente vestidas, con sus cuerpos debidamente cubiertos desde la cabeza a los pies. Las mujeres en Arabia Saudita no son sólo ciudadanas de segunda, sino que en los hogares ocupan una posición a mitad de camino entre los niños varones y los animales domésticos.
           
Es vergonzoso mantener una relación tan cercana con un país así, por más que apoye los intereses de Estados Unidos, pero ni siquiera ese es el caso. Como líderes de la OPEP, los sauditas rehúsan aumentar la producción de petróleo para que bajen los precios. Y el régimen ha apoyado consistentemente a los terroristas.
           
Riyadh fue la principal fuente de financiamiento del gobierno talibán en Afganistán. La familia real saudita ha mantenido una íntima relación con la secta wahhabi, la más reaccionaria y virulenta secta musulmana. Los clérigos de esa secta han establecido colegios religiosos por todo el mundo para enseñar  y promover el odio contra los occidentales, especialmente en contra de Estados Unidos. Los graduados de tales escuelas en Pakistán fueron reclutados por Osama bin Laden para formar su red terrorista.
           
La sabiduría convencional es que Washington debe proteger al gobierno de Arabia Saudí, a pesar de sus acciones para así asegurar el flujo del petróleo desde el Medio Oriente. Pero esa es una posición equivocada porque a cualquier gobierno en Riyadh le interesará seguir exportando petróleo, ya que esa es prácticamente la única fuente de ingresos que el país tiene. Y cualquier suspensión de las exportaciones no sería hoy en día una catástrofe, ya que pronto surgirían otras fuentes y el efecto económico sería de muy corta duración.
           
Mucha gente en todo el mundo piensa que el apoyo de Washington es lo que mantiene a la familia real saudita en el poder, lo cual ha fomentado el odio hacia Estados Unidos en muchas partes. El camino que realmente nos conviene es distanciarnos del despreciable régimen saudita.
 
© AIPE
 
Ted Galen Carpenter es vicepresidente de estudios sobre defensa y política exterior del Cato Institute.

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