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Antonio López Campillo

Los vasos comunicantes y más

El fenómeno de las migraciones recuerda el de los vasos comunicantes: los habitantes de los países con más miseria tienden a desplazarse a los países que son más ricos. Mero asunto de supervivencia. Los inmigrantes que llegan aquí, a Europa, son la declaración paladina de que en sus países de origen no se puede vivir. Curiosamente en el caso Europeo es más caro venir a "El Dorado" que en América del Norte. Allí tiene que pasar un río, aquí un estrecho, cuando no un mar. Esta diferencia geográfica tiene su importancia. Allí pasan, si pueden, los "espaldas mojadas", los que pasan a nado. Aquí hay que tener unos medios económicos, pues para dar el paso hace falta poder alquilar barcas y barqueros. Y estos últimos cobran, en el caso del Estrecho, una cantidad equivalente a lo que aquí se paga para pasar una semana en un buen hotel en las Baleares, viaje incluido. En el caso de los barqueros el precio del "billete" incluye la posibilidad de morir ahogado y de un regreso forzado y esposado. Ahora, según dicen, incluso hacen oferta tres-por-uno. Si no se consigue a la primera, hay otros dos intentos...

La miseria debe ser enorme en esos países del sur. Miseria que queda oculta por las desgracias de los inmigrantes al llegar. Es que los humanos con buen corazón suelen ser miopes, sociológicamente hablando. Los que quedan allí por no poder pagarse el "viaje" son los más miserables, sin duda. Pero como a esos no se les ve, no existen para nosotros. Y esto es también un escándalo, aunque no se vea.

La miseria del Sur repercute aquí. Como no hay, al parecer, capacidad de acogida, los inmigrantes son devueltos más pobres que antes de salir para acá. Estas expulsiones son dolorosas y muchos creen que la solución es guardar a todos los que llegan. Algunos ofrecen esconderlos, con lo que se ponen fuera de la ley. Este "ilegalizarse" por caridad es un acto noble, pero es a la vez una incitación, ejemplar, a no respetar las leyes establecidas democráticamente cuando no coinciden con nuestros sentimientos. Y eso es también un componente del "escándalo" de la inmigración. Esto sucede por no tener una ley de inmigración justa.

Hay que luchar por una nueva ley de inmigración. En ella se ha de tener en cuenta, primeramente, las necesidades nuestras, por eso de "amaras a tu prójimo como a ti mismo". Hay que exigir un mínimo de conocimientos profesionales y de lengua a los candidatos a la inmigración, o les condenamos a los peores trabajos y la mendicidad. Claro que para eso haría falta saber cuáles son nuestras necesidades y, lo que es mas serio, tener una buena enseñanza profesional, moderna y ágil capaz de adaptarse a los cambios tecnológicos.

Una ley adecuada debería poder ofrecer una vida digna a los inmigrantes y así, los que ahora luchan por guardar aquí a los inmigrantes ilegales, podrían dedicar sus energías a ayudar aquellos que en el Sur no pueden pagarse el "viaje".

En Europa hay casi un 10% de la población activa en paro. Paro que tiene raíces económicas, pero que en parte es debido a la falta de formación adecuada. En Alemania, con más del 9% de paro, tienen que buscar 10.000 informáticos indios para cubrir sus necesidades. En el futuro, el trabajador tendrá que tener una formación profesional seria o no tendrá trabajo.

No cabe duda de que los "pobres" del Sur no son ni serán una solución a nuestro futuro económico. Por el contrario, una inmigración desde el Sur, como la actual, es un fuerte apoyo a los regímenes que rigen esos países. Los más audaces son los que salen, los más humillados y ofendidos son los que se quedan.

El problema humano, el gran escándalo, es el subdesarrollo del Sur y sus regímenes, y eso no se resuelve con leyes de inmigración. Par abordar el tema será necesario abandonar muchas ideas sobre el origen de la pobreza de los países "pobres". Otro día…

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