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Antonio López Campillo

¡Cielos, Durban!

Esa montaña de naciones parió un lugar común, un ratón hubiera sido un triunfo. Parece que nadie se escandaliza de que se gasten millones de dólares, se reúnan a miles de funcionarios de todos los países para decir una perogrullada.

Desde hace más de un siglo por aquí se sabe que la esclavitud es "un crimen contra la humanidad y siempre debió ser así reconocido", que lo repita, como conclusión final de una Cumbre de las Naciones Unidas, que se organizó contra el racismo y derivó en una pelea entre bloques politico-religiosos de naciones parece algo surrealista.

La Cumbre de Durban puede tener, eso esperamos muchos, la virtud de mostrar la inutilidad de esas cumbres "borrascosas" y que la ONU es algo que ya no sirve para reunir a naciones y ayudar a que alcancen un acuerdo serio. La experiencia lo demuestra. Decir que la esclavitud esta mal y darlo como un triunfo del funcionamiento de las Naciones Unidas, es algo que debería dar vergüenza a los organizadores de tal reunión.

Sin duda una buena parte de las naciones presentes en Durban toleran la esclavitud y su comercio. Las mismas que trataron de desviar el programa original de la cumbre: el racismo, al problema, grave, del Próximo Oriente, ya que el tema de la cumbre les debía parecer secundario.

El problema de la esclavitud tenía una cara económica. Se podía pedir unas indemnizaciones por el crimen cometido por los pueblos que compraron los esclavos y fomentaron la trata. El tema tenía un cierto sentido, pero levantaba interrogaciones. ¿A quién pagar? Lo que implicaba preguntarse: ¿quiénes son los herederos? ¿Los familiares de los esclavos? ¿Los gobernantes actuales de esos países? Lo lógico parecería buscar las familias o las tribus espoliadas y darles la compensación. Pero apareció un problema en el que no habían pensado los organizadores. Los "paganos" no eran solo los países occidentales, los estados musulmanes también deberían pagar las indemnizaciones. Occidentales y musulmanes, por el resultado, parece como si formaran un bloque. Ellos que se habían enfrentado por el tema del Próximo Oriente, se encontraron juntos frente a los africanos, que eran los que deberían recibir las indemnizaciones. La esclavitud es un mal, evidentemente, pero la pasta es la pasta, evidentemente también.

Como el resultado quedaba un poco corto, todos juntos firmaron, sin que les temblase la mano, que "era necesario reforzar la ayuda al desarrollo". Lo extraño es que no se condenase enérgicamente el cáncer, la malaria y el sida.

Es que la función de esas cumbres "onusinas" es condenar males y nada más. Está demostrado que las Naciones Unidas no dan más de sí. Proponer una solución que no sea verbal, podría conducir, con certeza, a la descomposición de esa gigantesca organización internacional.

Para evitar el espectáculo que produce vergüenza ajena, y salvar la organización, sería útil y barato publicar un anuncio en la prensa, televisión, radios e internet. Por ejemplo lo de Durban podría haber quedado así:

Le recordamos que:
La esclavitud es un asco,
Y antes de practicarla,
Consulte con las Naciones Unidas.

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