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Antonio López Campillo

Eclipse u ocaso, su dilema

El movimiento islamista es la expresión más neta del Renacer del Islam. Esa gran cultura comenzó a declinar en el siglo XV, primero culturalmente, y a partir del siglo XVIII, militar y políticamente. En muchos casos, de ser grandes potencias, los territorios islámicos pasaron a ser colonias. Desde hace unos cien años, en el mundo musulmán se han producido intentos de modernización, copiando a Occidente en estructuras políticas y económicas. Los ensayos han fracasado. Testigos de esto son Egipto y Turquía, entre otros países. La respuesta, algunos, la han buscado dentro de su cultura. Esa Cultura no es una cultura cualquiera: es el Islam.

El Islam es, a la vez, una religión y una cultura; y no se pueden separar estos dos elementos. Su Dios es un amo, un dueño, no como en el cristianismo, que es un padre; y por esto el Islam es sumisión. El libro sagrado, el Corán, juega el papel que en el cristianismo juega Cristo; es una referencia escrita, que todos pueden consultar. Es una religión-cultura igualitaria, pero que por su ley establece tres desigualdades: entre amo y esclavo, entre hombre y mujer y entre musulmán y no musulmán. Lo que significa que el nivel máximo humano se alcanza siendo: varón, libre y musulmán. El Islam es una teocracia laica, igualitaria. Es decir, no hay separación entre el poder de César y el de Dios; Dios es el César; no hay iglesia, existe la Umma, la comunidad de todos los musulmanes, que está por encima de estados y naciones. El poder terrenal del Islam se fue derrumbando a medida que el poder occidental crecía. Lucha entre culturas.

En el ámbito del mundo musulmán, como consecuencia del desarrollo, se ha producido una urbanización de las poblaciones, y con ella, una escolarización a la occidental; y es en los sectores más cultivados -maestros, técnicos, ingenieros- donde se ha producido con más fuerza la toma de conciencia de la situación y el renacer del Islam. Lo que se llama fundamentalismo islámico, ha cuajado en esos medios, y no entre los más incultos. Y donde reclutan en masa los islamistas, mediante sociedades de ayuda social, es en los suburbios de las grandes ciudades, en su cuarto mundo. La ayuda social comporta alfabetización, formación técnica y político-religiosa.

Los islamistas no son unas bandas de fanáticos. En ese movimiento descentralizado, que en cierto modo refleja la estructura de la Umma, se encuentra buena parte de la élite intelectual del mundo musulmán, que con sus reflexiones y conocimientos han superado los fundamentalismos anteriores, integrando todas sus aspiraciones. Los islamistas han llegado a la conclusión de que la salvación del mundo musulmán está en el Islam, y la del resto del mundo, también. De ahí su carácter extremo y universalista.

El terrorismo es una forma de lucha cruel y sanguinaria que por lo general emplean los movimientos en condiciones de inferioridad. Se trata de aterrorizar a los ciudadanos para que presionen a sus gobiernos y cedan ante sus demandas. Aquí, en España, lo estamos viviendo con ETA, sin islamistas. Los bombardeos sobre Yugoslavia para forzar a los ciudadanos a expulsar a su dictador, con sus "efectos colaterales" (civiles muertos), fueron una forma de terrorismo, sin islamistas. Es decir, el terrorismo no es un fruto del islamismo, los islamistas utilizan un modo de lucha preexistente y empleado desde hace siglos.

Hacer del islamismo un grupo terrorista, dirigido por un cerebro oculto, hoy ben Laden, es posiblemente un error. Es más que probable que existan cientos de ben Laden en el ámbito islamista, pero eso no es lo esencial. Lo que hace a la dirección de los islamistas inaccesible, no es la circunstancia de que un líder se oculte en una cueva de una montaña lejana. Se trata, más bien, de que la dirección del movimiento no es un hombre ni un comité: es un Libro y una Ley, a la que esos hombres obedecen. Misil contra libro. Ese es el problema de los de aquí. Fin del eclipse o principio del ocaso. Ese es el problema de los de allí.

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